El problema de las pensiones: Sostenibilidad. Suficiencia. Cobertura.
- yosorep
- 4 dic 2021
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El sistema de pensiones tal y como lo conocemos hoy día y funciona a nivel de los países modernos, con algunas variantes, tienen todo su origen en el sistema de pensiones de hace 130 años, en 1.889, y tras la revolución industrial y los problemas sociales del momento, se propicia en la Alemania unificada del canciller von Bismarck y el Kaiser Guillermo II. Pero entre otras cosas curiosas destacaría el hecho de que en aquella época la esperanza de vida estaba en los 45 años y la edad de jubilación en los 70. Fue una decisión más política que técnica y verdaderamente social.
Hoy no tanto el problema en sí, como su solución, mantiene un lastre en el interés político cortoplacista, problemas sociales de insolidaridad y falta de ideas, que se ha ido agravando en el paso de este largo siglo con otros acontecimientos y cambios sociales. Pero, en definitiva, los principales problemas a resolver son relacionados con la sostenibilidad, la suficiencia y la cobertura de dicho sistema de pensiones.
Sostenibilidad, como capacidad del sistema para hacer frente a los compromisos corrientes y futuros con los recursos que, de manera endógena; es decir, no provenientes de otras fuentes impositivas o financieras como la deuda, provean las cotizaciones empresariales y personales.
Comúnmente y en el caso español, contamos con un sistema de prestación definido, llamado así porque fija la pensión en base a una referencia, base de cotización o reguladora, ligadas al salario y aplicando un porcentaje en función de los años cotizados, edad, etc., …Un sistema que no puede afrontar, como veremos, la realidad de la creciente longevidad junto a la menor base de cotizantes.
Suficiencia, como nivel de adecuación de las percepciones de prestaciones que reciben jubilados y que satisfagan dignamente sus necesidades. En este caso nos enfrentamos con carreras cortas y variables, con baja intensidad de cotización que en definitiva generan reducidas pensiones. Si bien, en el caso español se está solucionando este asunto de forma cortoplacista, complementando las pensiones bajas y teniendo en cualquier caso un nivel elevado en relación con los ingresos en periodo activo.
Cobertura, refiriendo a potenciales beneficios futuros y las posibles contingencias presentes de jubilados y afines. Que en este caso cubre un amplio espectro de contingencias, del que la dependencia está aún por mejorar, y del que podríamos reconocer las contingencias comunes, no profesionales: jubilación, incapacidad temporal o permanente, orfandad y viudedad, maternidad y paternidad y riesgo de embarazo. Y por otro lado las contingencias profesionales que cubre los casos de accidentes de trabajo o enfermedad profesional.
El sistema de la Seguridad Social garantiza las pensiones de trabajadores tanto por cuenta ajena como propia, así como los funcionarios, a excepción de grandes cuerpos de las clases pasivas, para con ello cubrir las contingencias antes comentadas:
· Jubilación.
· Incapacidad temporal y permanente.
· Viudedad y orfandad.
· Enfermedad profesional y accidente de trabajo o maternidad.
En este sentido de coberturas de contingencias, España es comparable con cualquier país avanzado. Además, sí podemos afirmar que es de los más generosos del mundo en relación de pago sobre euro cotizado, aunque para muchos no parezca suficiente.
Mejorar esa suficiencia y generosidad supone un estrés para el sistema que afecta de manera directa a la sostenibilidad de este. Sostenibilidad que en resumen viene a ser la posibilidad de cobro de las futuras pensiones. Para muchos, en los que me incluyo, un matiz egoísta desde perceptores a políticos es la nota dominante de opinión y acción.
Es un dilema perverso en apariencia ya que, sin sostenibilidad, cualquier pensión no se puede pagar, con suficiencia o sin ella. Y esto genera un debate sostenibilidad vs suficiencia, interminable y poco productivo, que se salda con decisiones, como digo, egoístas y cortoplacistas.
Se pide y se promete sin mirar ni proponer o asegurar los recursos de mañana. Se aplazan las reformas en el tiempo, se ocultan o ignoran las consecuencias de tomar o no decisiones y se olvidan coberturas “menos importantes” como la viudedad, la orfandad y sobre todo la dependencia, por el simple hecho de ser un número menor entre los demandantes y votantes.
Y es que el sistema público solo se financia con las cotizaciones regulares del presente que pagan las pensiones de hoy y solo generan derechos futuros a costa de y sobre el compromiso y capacidad de generaciones futuras.
Como alternativa, las posibles “cotizaciones”, más bien aportaciones privadas, de empresa o personales, y de carácter completo en propiedad y nominativas no son promovidas ni favorecidas; cosa que ayudaría a la suficiencia de manera notable, además de la sostenibilidad.
En el primer aspecto, el que el sistema público sea un sistema de reparto, supone que el trabajador activo solo tiene derecho a una promesa, y claro, es del todo lógico exigir o querer una equidad entre cotizaciones o pagos realizados, con la suficiencia de la futura pensión. Si no se promete eso, el político y el sistema se encuentra con un desinterés por cotizar o mantener el sistema por parte de los contribuyentes. Ello y los niveles impositivos son alimento para desincentivar la cotización.
En el segundo caso alternativo, de un sistema privado, las cotizaciones personales cuentan en su caso con la capitalización y una garantía legalmente soportada en el derecho de propiedad de las aportaciones, donde la relación esfuerzo y beneficios es mucho más clara, aunque no siempre suficiente. Pero siempre contando con el mejor funcionamiento capitalizador del rendimiento de las aportaciones que proporcionan las inversiones y las técnicas actuariales de las rentas posteriores.
Ninguno de los casos garantiza unas pensiones suficientes sin una estricta proporción actuarial, financiera y económica con cotizaciones y aportaciones suficientes.
La Constitución y la ley obliga a pagar todas las deudas. La Seguridad Social está obligada con sus cotizantes. Por lo que no es previsible la falta de las pensiones en el futuro. Pero, ahí está la trampa. No pagar más o menos de lo que se debe. Y si queremos que las pensiones sean suficientes o/y mejores que las cotizaciones, deberíamos abandonar un sistema de reparto y buscar alternativas de capitalización.
Hoy las cotizaciones pagadas por jubilados han sido muy inferiores a las pensiones que reciben de manera general. Y la longevidad creciente, a un ritmo de 2 o 3 meses más de vida por año transcurrido, asegura esta situación e incluso la agrava anta la pasividad y la inoperancia. Juntemos además el creciente desequilibrio cotizantes/pensionistas, en claro descenso y el problema está servido.
Las tareas pendientes
No cabe duda de que, durante el proceso de desarrollo del sistema de pensiones, no todo ha sido malo. Ha cumplido su función desde que su impulso en plena guerra civil haya permitido de manera progresiva una mejora en el bienestar social de nuestro país. Sin embargo, además de los logros hay tareas pendientes ya mencionadas y lo mejor, soluciones alternativas para ello.
Una de las tareas pendientes, es tan maravillosa como reciente, y constituye el hecho ineludible de la longevidad de la sociedad, que nacionalmente encuentra una media de edad en torno a los 84 años. Y digo maravilloso, porque vivir más y mejor gracias a factores alimentarios, médicos y laborales entre otros, tiene una consecuencia negativamente notable para la sostenibilidad del sistema, que no solo no puede sostener a personas jubiladas con 65 años por 20 años o más, con cotizaciones muy inferiores a 40 años en la mayoría de los casos. Y la propia maravilla de la longevidad tiene la solución, no aceptada socialmente:
· Incrementar la edad de jubilación.
· Incrementar el esfuerzo ahorrador o contributivo.
· Reducción de las rentas futuras del sistema de pensiones.
Es innegable que el problema no solo estriba en la corta edad de 65 años en relación con una capacidad física y mental inmejorable en esas edades hoy día. Sin contar con las capacidades y experiencias acumuladas, un factor determinante de productividad poco valorado por empresas y por cada una de las personas mismas.
Las mal llamadas “prejubilaciones” en procesos claros de reconversión de sectores productivos de la sociedad, como hoy ocurre en la banca, contribuyen a una insostenibilidad del sistema, permitido por un rígido sistema laboral y las facilidades de los dirigentes políticos.
Si bien es cierto que a determinadas edades no es sostenible cierta actividad, por el esfuerzo físico y la relativa “penuria” de la actividad, dichas actividades pueden ser sustituidas con otras más enfocadas a compartir experiencia, consultoría, asesoramiento y contribución a la sociedad, y sustituidas por las mejores y nuevas capacidades físicas, intelectuales y digitales de generaciones más jóvenes. En este sentido, la experiencia y los datos demuestran que las generaciones mayores no son un tapón para las más jóvenes, sino que al contrario generan sinergias.
Con respecto al esfuerzo ahorrador, partiría de la idea para mi principal de la cultura financiera que falta en la sociedad y que necesita ser sedimentada en etapas primeras de la vida personal, es decir, desde la educación primaria. La formación y la promoción, incluido el “empujón” desde los gobiernos, debe llevar a que las personas sean capaces desde sus inicios productivos a ahorrar, consolidar y capitalizar ahorros futuros, desde iniciativas privadas, tanto personales como empresariales, para poder tener la seguridad futura de disfrutar de las mejores condiciones en la vida anciana. Pero insisto en reseñar, que va más de un esfuerzo ahorrador privado que de aumentar las cotizaciones e impuestos. Siendo además necesario que para el primero, en cierta medida deba relajarse el segundo, siempre y cuando el ahorro privado y capitalizado sea cierto y constatado, incluyendo si cabe un compromiso personal y formalizado.
La última de las opciones, la reducción de las rentas de pensiones futuras es la más problemática y a la vez necesaria, consecuencia de las malas decisiones o la falta de ella hasta el momento. Pero el problema social estriba en el puro egoísmo, político y social, por el que nadie quiere renunciar a cobrar lo justo o menos, en favor de sus nietos. Y porque los políticos no quieren renunciar a un pozo de votos creciente que les mantengan en el poder. Pero se hace necesario tener unas pensiones que supongan, como en el resto de los países, en torno al 50% de lo cotizado y no del 80% actual.
En este sentido, y en el caso particular de España, en 2011 y 2013 se iniciaron reformas en las pensiones que sin ser suficientes si eran prometedoras. Sin embargo, hoy en día ya se han vuelto a renunciar a ellas. Es el compromiso de los políticos con su presente a cambio del futuro de los españoles. Y estas reformas refieren a resolver en el medio y largo plazo el problema de la sostenibilidad con:
· 2011, el gobierno de Rodríguez Zapatero eleva la edad legal de jubilación hasta los 67 años en 2027. Y, además, aumenta el periodo de cómputo de la base reguladora de 10 años a los 25 últimos años trabajados. El objetivo es reducir el número de pensionistas y el gasto en las pensiones, reduciendo las mismas a través de una base reguladora más baja consecuencia de ampliar el horizonte de contabilización, que recupera las más antiguas, normalmente más bajas.
· 2013, el gobierno de Rajoy realiza una reforma más importante, tanto por su factor acumulativo anterior, como por el propio calado de esta. Introduce así el llamado “factor de sostenibilidad” y además el nuevo “índice de revalorización” de las pensiones. Intentando con el primero, desde el 2019, ajustar la pensión en el momento de su causación o inicio de cobro, en función de la esperanza de vida del momento. Mientras con el segundo, desde 2014, ajusta las pensiones en función de la cuenta de ingresos y gastos nacionales, a través de sus déficits o superávits, y la demografía de las pensiones. El objetivo es en este caso es procurar la sostenibilidad del sistema, eliminando el IPC como referencia directa de indexación de las pensiones, y poniendo un mínimo de 0.25% anual y un máximo de IPC + 0,55 en el caso de superávit.
El horizonte programado con estas medidas era una mayor sostenibilidad del sistema de pensiones, que es cierto tenía su contrapeso negativo en una menor suficiencia presente de las mismas. Pero ya hemos dicho que es un debate infructuoso, pues las medidas siempre podrán sólo el primer y más necesario problema de la sostenibilidad. La suficiencia es más compleja y está lastrada por la insolidaridad. Y, además, sus soluciones vienen desde otras medidas ya mencionadas de nuevas rentas, capitalización y gestión actuarial, un problema que sólo tiene solución desde los sistemas privados.
No debemos engañarnos sobre el horizonte que nos espera, y aferrarnos a la suficiencia imposible sin sostenibilidad. Es una cuestión de solidaridad y sacrificio intergeneracional, que debe estar regulado. No es cuestión de justicia social, término falaz donde los haya, sino de resolver una “injusticia actuarial”.
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