HABITOS ATOMICOS. James Clear (II)
- yosorep
- 7 feb
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Nos quedamos la semana pasada en enunciar una serie de reglas que permiten aplicar las leyes necesarias que nos llevan a iniciar y mantener los hábitos buenos y necesarios que buscamos. Acabamos con un cuadro del que partiremos para entrar en los detalles:

PRIMERA LEY: HACERLO OBVIO.
El cerebro es una máquina capaz de hacer predicciones, que en muchos casos nosotros llamamos intuiciones, pero que sin embargo no son una habilidad paranormal, sino el cúmulo de experiencia que nos permite ver lo que otros no pueden, sin ser capaces de explicar cómo se produce.
Cualquier persona con la habilidad adquirida, sabrá hacer uso de ello, y podremos reconocer mirando el pasado como ha llegado a esa capacidad, pero no sabrá describir como funciona y lo hace.
Esa capacidad se produce porque el cerebro conoce los detalles que la experiencia y el aprendizaje le ha permitido acumular. La diferencia está en los detalles que pueden reconocerse, en las señales que el cerebro puede ver desde los sentidos, y de ese modo poder predecir resultados. Es un proceso acumulativo de codificación de información, entre señales observadas reiteradamente. Esta capacidad es un fundamento de los hábitos.
Cuando queremos ser racionales muchas veces nos enfrentamos al empirismo. Así, solemos subestimar todo lo que nuestro cerebro no sea capaz de hacer de manera consciente. Y el hábito se convierte en un proceso inconsciente y útil, que repetido desaparece de la capacidad de explicación racional.
La realidad humana nos dice que es un ser mucho más allá de lo que conscientemente considera. Cumple todas sus funciones fisiológicas sin predeterminación o consciencia. Cualquier sentimiento como el hambre, no se produce de manera consciente (ver la obra de Antonio Damasio) y sin embargo hay señales alrededor, anhelos presentes, que provocan la función de hormonas y reacciones químicas que te hacen considerar que tienes hambre.
Una de las más sorprendentes características de nuestros hábitos es que no tienes que ser consciente de la señal para que el hábito actúe. Y esta es una de las características que hacen útiles a los buenos hábitos. Y peligrosos a los malos.
Pero cuando hablamos de los hábitos malos, nos encontramos con esos patrones adquiridos, que se han hecho invisibles en el tiempo de la repetición y la cotidianeidad. Entonces, cuando se trata de cambiar un patrón, un hábito negativo o que queremos desterrar de nuestra inconsciencia, no es posible sin hacerlo primero consciente. Desde esta situación es posible establecer el control que perdimos. Decía Carl Jung: “Mientras no logres transformar lo inconsciente en consciente, lo inconsciente guiará tu vida y tú lo llamaras destino.”
El registro de los hábitos.
Señalar y nombrar es una práctica de consciencia utilizada en muchos protocolos de seguridad en el viaje, y puede ser la forma de recordar las cosas que tenemos que hacer antes de hacer una maleta o salir de viaje. Es un hábito que por sí lo que busca es traernos a la consciencia de las cosas que hacemos.
Queremos con ello evitar la inconsciencia propia de las conductas repetidas, que olvidan en algunos casos detalles que pueden en algún caso ser importantes. Y en el caso de los malos hábitos, o los que queremos cambiar, debemos volverlos a la consciencia que un sistema como el señalar y nombrar nos permite. Esta estrategia es el origen del registro de los hábitos. Una lista de hábitos diarios desde que nos levantamos para revisar si son convenientes mantenerlos o no. Señalarlos con un positivo, negativo o igual, los cataloga. Pero la catalogación dependerá de las metas que queramos conseguir. Recordando lo visto hasta ahora, más bien, catalogarlos en función de quién queremos ser.
Otra idea a tener en cuenta en esta catalogación es el hecho de la subjetividad que puede suponer bueno-malo. Quizás pueda ser más objetivo catalogar por utilidad, como capacidad de resolver problemas. O del resultado neto que supone un hábito en nuestra vida en el largo plazo. Comer determinados alimentos, fumar, u otras actividades pueden tener un resultado útil en el corto plazo y deseado, pero no así de manera neta y en un horizonte temporal mayor.
Pero como ya hemos visto que los hábitos no buscan metas sino llegar a ser lo que queremos, las preguntas apropiadas debieran ser del estilo:
· ¿Esta conducta me ayuda a convertirme en la persona que quiero llegar a ser?
· ¿Este hábito es un punto a favor o en contra de mi identidad deseada?
Este registro inicial es el punto de partida, un trabajo de campo para adquirir consciencia de los hábitos, pensamientos y acciones que habitualmente tenemos, sin juicio, crítica o culpa. Solo estamos en el primer paso, de identificación y atención de los hábitos. Darle un peso específico o valor, como ya hemos dicho, sí entra en el proceso.
Por último, un truco para aumentar las posibilidades de las cosas que debemos hacer o evitar, es nombrarlas y proponerlas en voz alta. “Mañana tengo que…”. De esa manera estamos creando la consciencia, señalando y llamando.
La mejor manera de comenzar un hábito.
James Clear nos trata de explicar con el ejemplo de una investigación cómo determinadas estrategias de activación de señales, como hemos visto necesario primer paso del proceso del hábito, pueden ayudarnos a que el desarrollo del hábito se produzca definitivamente o con más probabilidad.
Nos habla de la intención de implementación como el plan que establece de antemano cuándo y dónde se va a actuar un hábito concreto. Y aunque sabemos que las señales se pueden desencadenar de diversas formas, normalmente relacionadas con los sentidos, una de las más comunes señales son las que designan el tiempo y lugar: “cuando la situación X se presenta, yo voy a realizar la respuesta Y”.
Al final los datos han demostrado la validez de esta estrategia para poder alcanzar metas y aumentar la probabilidad de mantener hábitos básicos. Parece confirmarse que cuando se establece un plan específico de cuándo y dónde se va a realizar un nuevo hábito, el éxito es mayor. La precisión del compromiso barre con su intención de implementación la propuestas comunes e imprecisas que nos proponemos y nunca cumplimos.
Muchas personas piensan que les falta motivación cuando en realidad lo que les falta es claridad. Al punto, es un hecho que muchas personas pasan la vida entera esperando el momento correcto para realizar una mejora.
Una vez que la intención de implementación se determina, no tienes que esperar a que la inspiración se apodere de ti. Es fundamental darle al cerebro la facilidad de que simplemente tenga que seguir el plan determinado de antemano.
Existen otros tips satélites en torno a esta estrategia, como empezar con referencias que generen esperanza, un valor que se hace fundamental como parte del anhelo que sigue a la señal. Si tenemos esperanza, tenemos una razón para realizar la acción.
Pero sobre todo lo que cuenta es ser específico acerca de lo que quieres y cómo vas a conseguirlo. Cuando no se es específico, entra la capacidad humana como ser racionalizador, de manera que cualquier excusa nos permite no actuar. Nos saltamos la acción o no le dedicamos el tiempo que necesita y cualquier circunstancia que rodea a la tarea nos sirve de excusa para justificar no haberla hecho.
Volviendo a referenciar a Maslow, cuando damos tiempo y lugar de referencia a nuestros hábitos, ponemos a nuestro sistema a nuestro cuerpo en una posición similar al perro que oye la campana que precede a la comida. Estar en el sitio apropiado a la hora determinada, incluso hacer algunas cosas previas y habituales, te puede empujar a hacer lo que te propusiste...
Estrategia de acumulación de hábitos
Cuando nos damos cuenta de que determinadas conductas o comportamientos nos llevan a recordar otros que a continuación hacemos o que nos mueve a hacer, estamos convirtiendo las propias acciones en señales de las siguientes que tenemos que completar. En muchos casos se generan reacciones en cadena o una especie de ciclo que es comúnmente denominado efecto Diderot (por el filósofo francés Denis Diderot).
Es una realidad que las conductas no suceden de manera aislada y esta realidad sinérgica es una ventaja para la creación de hábitos. Utilizar cada acción como señal para desencadenar una conducta siguiente es una estrategia favorable que podríamos entender como una especie de construcción creativa. Así, cuando busquemos una interconexión entre un hábito ya desarrollado y otro mejor hábito relacionado que añadir, estaremos realizando una acumulación de hábitos.
Esta manera de implementación de hábitos que se apoya en otro fue creada por BJ Fogg en una fórmula: “después del hábito X, haré el nuevo hábito Y”.

Esta sinergia consciente de hábitos que señalan al siguiente puede ser muy importante para acumular hábitos positivos, si bien considera y es necesario un orden y acumulación en el tiempo de estos. Todos a la vez, pueden generar a su vez que cuando caiga alguno de los hábitos la cadena desaparezca sin la señal precedente.
En esta serie de hábitos en cadena también es posible insertar un hábito nuevo que alargue el proceso de acumulación de hábitos.
El secreto fundamental para crear una cadena de hábitos con éxito es seleccionar la señal apropiada para desencadenar el proceso. Pero también es fundamental en la acumulación de hábitos el hecho de que tiene implícitos el lugar y tiempo en que se desarrolla el hábito, por lo que hay que tener cuidado dónde y cuándo insertas el hábito para que este tenga éxito y no suponga una exigencia excesiva para ti. Debes tener muy en cuenta el momento en que será más exitosa la acumulación.
La frecuencia entre el hábito ya desarrollado y el insertado debe ser la misma. No puedes insertar en un hábito semanal algo que quieres hacer a diario.
También es importante evitar la ambigüedad. Cuando la acumulación de hábitos cuenta con una señal específica y se pone en acción de inmediato, su posibilidad de éxito se dispara.
En conclusión, habiendo conocido que la primera Ley del Cambio de Conducta consiste en hacer la señal obvia, y reconociendo que las señales más comunes son el tiempo y lugar, las dos estrategias básicas son:
· Intención de implementación.
· Acumulación de hábitos.
La motivación está sobrevalorada. El ambiente es más importante.
Sobre la base de la experiencia de Anne Thorndike en un comedor de hospital, James Clear nos recuerda cómo la disposición y la disponibilidad de las cosas nos condicionan la elección, sin una motivación más directa que lo que sea lo que elegimos. El lugar es la condición fundamental, de manera que tus hábitos pueden cambiar por lo que te rodea y está disponible, que funcionan como señales silenciosas pero efectivas.
Parafraseando a Adam Smith, el ambiente es la mano invisible que moldea el comportamiento humano. La forma más corriente por la que cambiamos las personas no es por la consciencia interna sino porque el mundo a nuestro alrededor nos cambia. Cada hábito depende del contexto.
El economista Hawkins Stern describió el fenómeno de la compra por impulso en los años 60ss de manera que diera lugar al merchandising aplicado en las ventas minoristas en tiendas y supermercados, con el posicionamiento de productos, presentaciones visuales, ofertas y descuentos. De modo que la venta o la adquisición no se hace por la necesidad del producto, sino por la facilidad de disposición y visual.
De ese modo funciona por ejemplo nuestra cocina o almacén o cualquier cosa que de manera fácil nos llama la atención o nos distrae. Cuanto más accesible sea un producto o servicio, mayores son las probabilidades de que queramos probarlo. Queremos pensar que tenemos control sobre nuestras decisiones, pero solo se queda en eso, en un querer que casi siempre falla y cuando falla lo justificamos racionalizando. Solemos elegir las opciones obvias y accesibles. Y si somos conscientes de ello, ahí está el truco de los hábitos favorables.
Todos estos comportamientos están relacionados con la capacidad que las personas tenemos más desarrollada de todos los sentidos del sistema nervioso sensorial: la vista. La capacidad de sentir, y la prevalencia electiva de las señales visuales hacen que nuestro comportamiento esté muy condicionado por lo que vemos al punto que un pequeño cambio en lo que vemos puede condicionar lo que hacemos.
Diseñar un ambiente que te dirija al éxito.
Ya hemos indicado que todos los hábitos se inician por una señal, siendo mejores señales las que más destacan o son más obvias. Las señales más sutiles o escondidas son las más fáciles de ignorar. Teniendo en cuenta estos aspectos, parece claro lo que a continuación voy a decir: debemos vivir y trabajar en ambientes donde las señales que favorecen los hábitos positivos sean visibles y obvios y alejar o esconder las señales que nos lleven a las conductas más negativas.
Igual que desde pequeños hemos aprendido a esconder lo que no queremos que se vea, para que hagamos cosas que sean hábitos favorables debemos, al contrario, dejarlas visibles. Olvidar el cajón del refrigerador con la fruta (solo para conservar y almacenar alguna) por una cesta de fruta visible en la encimera o la mesa de la cocina. Dejar a la vista lo que se hace prescindible hacer y esconder lo que queremos/debemos evitar. Convierte el ambiente que te rodea en señales favorables.
La mayoría de las personas viven en un ambiente que en muchos casos han creado para nosotros, en un mundo creado para vendedores…Debemos ser consciente de la realidad de este mundo y tomar protagonismo en la creación de los ambientes que nos interesan y favorecen. Eso es crear tu mundo y tu personalidad. Tomar el control y ser arquitecto de tu vida, y no solo un consumidor del mundo.
El contexto es la señal.
Si bien en el inicio del proceso de creación del hábito la señal debe y suele ser más específica y concreta, con el tiempo la señal se va ocultando en el contexto que la rodea, para ser este quien contribuya a la continuidad del hábito. Llegamos a asignar nuestros hábitos a los lugares donde tienen lugar.
Serán las relaciones que establecemos con el entorno y los objetos que lo rodean, los que definan la conducta. Más aún, será la influencia de ese ambiente o contexto lleno de relaciones el que influye en el hábito.
Al final este contexto que nos rodea o creamos es el campo donde puedes entrenar el hábito. Definirlo y prepararlo es parte del proceso de la creación del hábito. De este modo el poder que supone el contexto se vuelve útil tanto para desarrollar como para cambiar los hábitos. Un pequeño cambio en el contexto puede ayudarte a modificar o cambiar un hábito.
Se debe evitar mezclar contextos para no confundir a los hábitos. Cuando se mezclan los contextos, se mezclan los hábitos y esto favorece a los más fáciles y apaga a los más difíciles de repetir. Es el ejemplo del uso de dispositivos tecnológicos, con una capacidad de creatividad y productividad, pero una contraparte de confusión y robo de atención que no debemos ignorar. En estos casos, donde el contexto comparte hábitos y actividades en el mismo espacio, utilizar dispositivos distintos y objetos diferentes en el proceso, nos puede servir de ayuda para reconocer y cambiar el hábito, separar uno de otros y servir a lo que verdaderamente toca hacer.
Se trata en definitiva que para conseguir conductas estables y predecibles debemos tener ambientes estables y predecibles asociados. A cada ambiente, estabilidad con un propósito para formar los hábitos de manera fácil.
El secreto del autocontrol.
La idea de la disciplina es una creencia profundamente enraizada en nuestra cultura. Donde la fuerza de voluntad, o su falta, son las únicas opciones para estar a un lado u otro del hábito menos favorable. La debilidad moral y de voluntad es el condicionante del hábito.
Sin embargo, y tal y como hemos podido ver antes, para disparar un hábito, con el cambio del contexto no solo puede ser suficiente sino definitivo y eficaz.
Las pruebas empíricas han demostrado que las personas con la llamada “fuerza de voluntad”, lo que realmente tienen es una capacidad de crear el entorno propicio para aprovechar las inercias que le lleva al hábito deseado o esquiva al hábito negativo. Son personas capaces de estructurar sus vidas de la forma que no requiera un poder de voluntad y autocontrol especial. Pasan el menor o ningún tiempo expuesto a la tentación.
Las personas con mejor autocontrol son las que menos tienen que usarlo. Fuerza de voluntad y perseverancia consisten en esencia crear un contexto o ambiente más disciplinado. No es ir contra corriente, sino elegir el río que te empuje en la dirección apropiada.
El hábito se codifica en el cerebro en una relación entre la señal y la acción. Y esta señal puede quedar en el cerebro sin influir mientras no se dé la relación o se suspenda. Pero en cuanto se vea expuesto a la señal, aun pasado muchos años, el hábito puede volver a realizarse.
Mientras no desaparezcan las señales o no se repitan, la posibilidad de acción del proceso del hábito se reduce casi a cero. Por lo tanto, no puedes anular el hábito o comportamiento si no controlas las señales.
Los malos hábitos con autocatalíticos: el proceso se alimenta a sí mismo, provocando una espiral continua de la que es difícil salir. Es un fenómeno denominado “deseo inducido por señales”, en el que un disparador externo causa un anhelo compulsivo para repetir el mal hábito. El deseo empieza en el momento de darte cuenta de algo en una breve exposición, en una especie de “subliminalidad” efectiva.
La conclusión a la que llega JC es que puedes eliminar un hábito, pero probablemente no lograrás olvidarlo. Un hábito grabado, codificado en el cerebro es casi imposible borrarlo del todo. Resistir a la tentación es una estrategia raramente efectiva con un acusado uso de energía, que en el mejor de los casos puede salvar la tentación en el corto plazo, pero a largo plazo no tiene opción en el ambiente inapropiado. Es difícil llegar a hábitos positivos en un ambiente negativo.
Por ello, reducir o anular la exposición a ambientes y señales que provocan hábitos negativos es la opción más eficaz. Se trata de hacer invisible todo aquello que nos lleva al mal hábito. Es la Primera Ley del Cambio de Conducta invertida.
Por lo tanto, el autocontrol es solo una estrategia a corto plazo, inservible a largo plazo. La mejor opción es usar tu energía y esfuerzo en buscar el mejor ambiente. Este es el secreto del autocontrol efectivo.
SEGUNDA LEY: HACERLO ATRACTIVO.
La segunda Ley del Cambio de Conducta, hacerlo atractivo, tiene como objetivo aumentar las posibilidades de que adquiramos los hábitos más positivos. Sin embargo, estamos rodeados de estudios y estrategias que precisamente explotan esta estrategia para hacer lo contrario.
Y es que la evolución humana se ha quedado tan retrasada en muchos aspectos, igual que la de otras especies animales. Así, en el caso de los hombres, también contamos con una dotación precargada de conductas que responden a señales o estímulos supernormales.
Estos estímulos dan lugar a respuestas más allá de la normalidad actual. Son anacrónicas en una realidad que ha sobrepasado a la antigua realidad que justificaba esa respuesta. En nuestro caso, podemos encontrar la preferencia por los alimentos con gran cantidad de calorías: sal, azúcar y grasas, necesarias en una época donde la disponibilidad de alimentos no es la de ahora. Pero es que después de años ese anhelo que era funcional persiste de una manera que ya sólo es útil para las industrias de procesado de alimento, que han sabido utilizar para hacernos comer más de lo necesario y ellos vender lo que necesitan.
De este modo, como nuestro cerebro no ha cambiado, pero los estímulos y tentaciones que recibimos sí. Superiores y más difíciles de gestionar que a los que estamos programados. Y en este sentido, siendo conscientes de esto, se trataría de convertir en irresistibles nuestros hábitos, para que en el anhelo de estos conseguir la repetición.
Un circuito de retroalimentación impulsado por la dopamina.
La dopamina es un neurotransmisor que permite la funcionalidad del deseo. Podemos sentir placer en muchas de las actividades humanas, pero no tendremos deseo sin la dopamina necesaria. Y sin deseo la acción se detiene.
Los hábitos son un circuito de retroalimentación impulsado por la dopamina. Todas las conductas que son muy proclives a convertirse en hábitos están asociadas a niveles altos de dopamina. Esta se involucra en muchos procesos neurológicos que no solo son el placer, sino también la motivación, el aprendizaje, la memoria, el castigo, la aversión y toda serie de movimientos voluntarios.
Pero una de las características de la dopamina, y que tiene que ver con el anhelo, es la capacidad de anticipar el placer. Y de ese modo, esa capacidad anticipatoria eleva la motivación a hacer las cosas. Anticipa la recompensa que genera el hábito en la acción.
La diferencia entre desear y disfrutar se manifiesta en muchos aspectos de nuestra vida en los que el sistema de recompensa se activa en el cerebro desde el mismo momento en que anticipas lo que has de recibir. Y en muchos casos esa propia anticipación llena más que cuando se recibe la recompensa concreta.
Toda esta diferencia de importancia entre el deseo y el disfrute tiene base científica y neurológica en el hecho de que el cerebro tiene más circuitos neurológicos destinados a desear que a disfrutar. Y esto nos lleva a ser conscientes de que el deseo es el motor que nos conduce a la conducta. Y en el caso que nos ocupa de los hábitos, el anhelo nos conduce a la respuesta.
Por ello debemos hacer nuestros hábitos atractivos para generar deseo, no importa lo que disfrutes en la acción. La expectativa de gratificación de la acción está por encima de la recompensa final.
La acumulación de las tentaciones hace tus hábitos más atractivos.
James Clear nos da ejemplos de negocios, como los canales de televisión, que acumulan tentaciones para provocar a las personas que creen un hábito frente a una programación concreta de la semana. No es otra cosa que hacer atractivo un hábito ofreciendo una recompensa o expectativa y una señal asociada que la dispare.
De este modo, cuando somos capaces de acumular tentaciones o expectativas de recompensas, podremos buscar un refuerzo mutuo entre todas, de modo que unas conductas más probables o fáciles de hacer, refuercen a las que no lo son tanto. En muchos casos, las conductas que nos gustan harán que podamos hacer aquellas que solemos o tendemos a procrastinar.
Es posible incluso la combinación de acumulación de tentaciones con acumulación de hábitos, en una formulación:
1. Después de UN HABITO ACTUAL, haré UN HABITO QUE NECESITO.
2. Después de UN HABITO QUE NECESITO, haré UN HABITO QUE QUIERO.
La acumulación de tentaciones será la manera de crear una versión aumentada de hábitos mediante una conexión con algo que tú quieres hacer.
La familia y los amigos en la formación de hábitos.
Los hábitos que son normales dentro de nuestra cultura son los hábitos más atractivos que podemos encontrar. Y JC pone el ejemplo de la familia húngara Polgar, con tres de las mejores ajedrecistas de la historia.
Desde el principio, las personas han necesitado vivir en comunidad por un motivo de supervivencia que incluso la trascendía. Hemos sido siempre animales gregarios que encontramos es esta actitud el encaje en un grupo de personas que nos respeten y aprueben.
Al igual que mantenemos en nuestro cerebro codificado hábitos de alimentación creados por anhelos del pasado que son anacrónicos, el sentido de pertenencia que fuera vital para la seguridad y la procreación de hace miles de años sigue funcionando. Las personas aprendieron a colaborar y a improvisar sobre soluciones anteriores, y aún hoy influyen en nuestro comportamiento…
Los primeros hábitos que adquirimos de niño son puro mimetismo de lo que hace nuestra familia y los amigos. Se generan incluso una serie de expectativas estándar y normas sociales que nos seducen desde su invisibilidad legal, pero que guían nuestro comportamiento diario.
Mientras se mantenga en sentido de pertenencia, la mayor parte mantenemos las reglas del grupo sin la carga que pueda suponer por el valor que supone el sentido de pertenencia. Estas conductas son atractivas mientras nos permitan encajar en el grupo social. Por ello imitamos los hábitos de tres grupos particularmente:
· Imitamos los hábitos de las personas más cercanas. (la familia y amigos).
· Imitamos los hábitos de los grupos numerosos (la manada, la tribu).
· Imitamos los hábitos de los grupos poderosos. (¿líderes?, estatus y prestigio).
Imitar los grupos de personas cercanas.
No estamos hablando solo del ambiente físico sino incluso del ambiente social. En muchos casos es una presión social invisible, sin connotaciones negativas, por la que llegamos a adquirir no solo hábitos, sino cualidades de los que nos rodean y, por tanto, conforman lo que somos o queremos ser. El ambiente en el que te desarrollas determinará lo que esperas que sea normal.
Rodéate de las personas que tengan los hábitos que quieres adquirir. Y también, si quieres que los hábitos que buscas sean atractivos, rodéate de las personas que cultivan ese hábito como comportamiento normal y procura tener de antemano algo común compartido que te acerque a ellos. Llega a convertir una misión personal en una misión compartida. Llega a convertir una conquista de soy por una conquista de somos.
Imitar a la mayoría.
En los años 50 el psicólogo Salomón Asch desarrolla un experimento de conformidad social en el que actores confundían a las personas que debían decidir cual de las líneas de la derecha es la misma que la de la izquierda.

Una estratagema planificada previamente señalaba a las líneas que no eran la acertada, y deberá ser la B. Las respuestas incorrectas de los participantes actores ponían nerviosos a los “conejos de indias” y dudaban de su criterio o al menos simulaban dando conformidad a la respuesta equivocada de la mayoría A o C.
Salomón Asch constató que la conformidad era directamente proporcional al número de actores que influían en la decisión. Si bien no siempre funcionaba y con pocos actores, nunca, el 75% de las ocasiones el resultado era el error inducido por la mayoría.
Constantemente buscamos las reseñas y opiniones de otros para decidir conformar nuestra opinión. Nos preguntamos qué es lo que esta haciendo o pensando todo el mundo. Y ello nos lleva a tomar decisiones de los demás o en sus experiencias o manipulación.
Recordemos también, que, si tenemos las ideas claras, también nos gusta reforzarlas con el sesgo de confirmación, buscando allí donde el grupo nos confirme lo que opinamos o pensamos.
El comportamiento normal de la tribu por lo regular predomina sobre la conducta individual de los individuos. Hay una tremenda presión, consciente o no, para cumplir con las reglas del grupo. La recompensa de ser aceptado con frecuencia es mayor que la recompensa de ganar una discusión, parecer inteligente o defender la verdad. Preferimos estar equivocados que estar en lo correcto pero solos.
Y la mente humana, diseñada para llevarse bien con los demás, se enfrenta a este esfuerzo codificado, y ya hemos visto que hacer las cosas contra la tendencia no es la mejor opción de los hábitos. Cuando cambiar de hábito constituye un desafío a la tribu, la única opción fácil es cambiar de tribu o personas de referencia.
Imitar a los poderosos.
La tendencia humana a perseguir el poder, el prestigio y el estatus, y a otro nivel el reconocimiento y el elogio, con codificaciones humanas con sentido biológico. A pesar de poder parece banales en algunas ocasiones tampoco dejan de ser inteligentes en la posibilidad de acceso a más recursos, sobrevivir de manera más fácil e incluso buscar pareja.
En un grupo se suele intentar destacar. Y para ello nos fijamos en las personas de referencia, altamente efectivas en alguna materia, e intentamos copiar sus hábitos. Buscamos el éxito y nos proponemos a adquirir hábitos con un anhelo que en alguna ocasión se basa en un sentimiento como es la envidia. Pero nosotros debemos recordarnos que no se trata de qué queremos hacer o a quién parecernos, sino quién queremos ser para cambiar de manera solida los hábitos.
Localizar y arreglar las causas de tus malos hábitos.
La inversión de la Segunda Ley del Cambio de Conducta dice hazlo poco atractivo. Para empezar a explicarlo James Clear nos habla de un libro del que sacó conclusiones: Es fácil dejar de fumar si sabes cómo, de Albert Cart.
Reconocer en malos hábitos que lo que haces no te beneficia o no hace nada por ti, ni realmente sirve para socializar o pertenecer a la comunidad y que no te ayuda en nada que en el corto plazo compense los efectos negativos del largo plazo (un caso claro de iatrogenia talebsiana), pueden ser razonamientos necesarios u lógicos para evitarlos, pero no suele ser los suficiente. Pero una reflexión de reducción al absurdo de un mal hábito es un principio.
De donde provienen los anhelos.
Tus hábitos son soluciones modernas a deseos ancestrales. Estos deseos tienen motivos subyacentes inmutables de un cerebro no evolucionado y que en su nivel profundo tiene un motivo para las cosas que hacemos. En el caso de desear comer una hamburguesa, el deseo subyacente puede ser el hambre y obtener energía. Pero la especificad de que sea una hamburguesa es un deseo superficial que acompaña el motivo profundo subyacente.
Cualquiera de las decisiones o hábitos que desarrollamos entrelaza un motivo subyacente con un deseo superficial y cada motivo subyacente cuenta con diversas maneras de satisfacerlos, en los que el deseo superficial toma parte protagonista en la elección.
Los hábitos también tienen que ver con asociaciones que nos permiten predecir si un hábito vale la pena ser repetido o no. Pero, aunque esta repetición se base en experiencias previas o no, estamos haciendo predicciones en las que las heurísticas nos ayudan a elegir. Esta referencia heurística, que se basa en la experiencia misma o asimilada, nos sirven para tomar decisiones sobre cosas que ocurren en muchos casos en un instante. Y aunque esta relación parezca reactiva no es así. La vida parece ser reactiva, pero en realidad es predictiva, y nuestro comportamiento depende enormemente de estas predicciones.
La causa de los hábitos es la predicción que los precede. Su expectativa, su interpretación de la realidad, su anhelo. Y este anhelo transforma las señales que percibimos desde los sentimientos y emociones en las acciones que realizamos.
El anhelo surge cuando sientes que te falta algo y necesitas cubrir el gap manifestado entre la situación actual y la proyección que deseas alcanzar. Lo que quieres es sentirte de una manera diferente.
Las emociones y los sentimientos se ven afectados por reacciones químicas, que nos permiten actuar y tomar decisiones. Sin las emociones somos incapaces según nos indica el neurocientífico Antonio Damasio: “la emoción es lo que hace que etiquetemos las cosas como buenas, malas o indiferentes” (El extraño origen de las cosas).
En definitiva, los anhelos o deseos que sentimos y los hábitos que desarrollamos tienen detrás unos motivos subyacentes fundamentales. El éxito en el hábito desarrolla un anhelo que lleva a la repetición. Con estas experiencias y las heurísticas disponibles aprendemos a predecir. Los hábitos se convertirán en atractivos cuando son asociados a sentimientos positivos.
Reprogramar tu cerebro para disfrutar con hábitos difíciles.
Podemos lograr que los hábitos difíciles sean más atractivos si aprendemos a asociarlos con experiencias positivas. Usar las palabras apropiadas en el proceso crear el hábito, en el momento de la intención de implementación y la designación del tiempo y lugar, que ya vimos, reemplazar palabras como deber hacer algo por tener la oportunidad hace que las acciones no sean cargas sino oportunidades.
Un simple cambio de perspectiva y replantear los hábitos resaltando los beneficios es una manera de reprogramar tu mente para hacer el hábito atractivo.
Cuando los compromisos se plantean como oportunidades, cuando el esfuerzo se hace como mejora de lo que eres o potencialidad de lo que puedes ser. Cuando la dedicación son opcionalidades o cuando los sentimientos se positivizan, estamos usando una programación positiva al hábito.
En algunos casos podemos dar un paso más como con los rituales de motivación o incluso la visualización de las proyecciones que hacemos. Asociar el hábito con algo que disfrutes y usar las señales cuando la motivación no ayuda.
Para encontrar y reformar las causas de los malos hábitos debemos replantear las asociaciones que hemos desarrollado sobre ellos y reprogramas las predicciones. Es la manera de transformar un hábito difícil en un hábito atractivo.
Por hoy puede ser suficiente para continuar la semana que viene....
Yorumlar