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HABITOS ATOMICOS. James Clear (III).

  • yosorep
  • 15 feb
  • 19 Min. de lectura

Tras explicar la semana pasada las dos primeras leyes o pasos para establecer los hábitos, hoy terminamos con las tercera y cuarta ley: hacerlo sencillo y hacerlo satisfactorio. El primero para facilitar la acción, e segundo para repetirla.




TERCERA LEY: HACERLO SENCILLO.


 

Avanzar despacio, pero sin marcha atrás.


 

La procrastinación, el retraso o la simple parada en la búsqueda de lo ideal es lo que en muchas ocasiones no nos lleva a mejorar y a hacer las cosas. Centrados en descubrir la mejor manera de hacer algo simplemente nunca lo hacemos porque no iniciamos el camino. Como dice Voltaire: lo mejor es enemigo de lo bueno.


Hay una diferencia entre ponerse en marcha o actuar. Ponerse en marcha es planificar lo que vamos a hacer, que, aunque bueno no produce el resultado. Sin embargo, actuar te conduce a un resultado siempre.


Ponerse en marcha es útil pero no produce resultados por sí mismo. Y aunque actuar no lleve al resultado que pudieras haber planeado, estás en el camino de ellos y tienes la experiencia que puedes aportar al plan.

Planeamos en vez de actuar cuando tenemos miedo. Aunque necesitemos un plan y pueda ser necesario conocer más cosas para intentar hacerlo mejor, cuando no actuamos estamos siendo abordados por un sentimiento de “falso” avance sin correr riesgos. Eso es lo que estamos evitando: el riesgo de fracasar.


Intentamos evadir la crítica, fallar y ser juzgado, retrasar un potencial fracaso. Y ponerse en marcha es considerado como suficiente para engañarnos de que estás haciendo cosas. Se vuelve en una manera de postergar que debes cambiar por el deseo de actuar.


Si quieres dominar un hábito, la clave es empezar con la repetición de este, no con la perfección. Solo tienes que ponerlo en práctica y repetir.


 

El tiempo necesario para desarrollar un nuevo hábito: FRECUENCIA.


 

James Clear define que la formación de un hábito es un proceso mediante el cual una conducta se vuelve progresivamente automática mediante la repetición constante. Repetir la actividad es cambiar la estructura cerebral buscando la eficiencia en dicha actividad.  Con ello se busca la potenciación a largo plazo fortaleciendo nuevas conexiones entre neuronas con los nuevos patrones de actividad de la conducta, haciéndolas estas estables.


Es un proceso que según la Ley de Hebb “las neuronas que se encienden juntas se mantienen conectadas”. De este modo, repetir un hábito tiene los mismos cambios físicos que experimentamos en otras actividades más presentes y visuales en nuestra vida. Igual que los músculos del cuerpo por ejemplo responden al entrenamiento regular con las pesas desarrollando los músculos, ocurre con regiones del cerebro relacionadas con el desarrollo de actividades físicas y mentales. En el sentido opuesto, cuando su uso disminuye o se cancela, estas partes del cerebro se atrofian.


Y es el empirismo antes de que la ciencia lo corroborara, el que demuestra que la repetición es una forma de cambio que se manifiesta con el tiempo hasta hacer que las acciones se vuelvan automáticas al punto de ser realizadas cuando la mente hace otras cosas.


Cada vez que repites una acción, estás activando un circuito neuronal específico asociado al hábito que desarrollas. Repetir es codificar un hábito en tu cerebro.


La automaticidad es una habilidad para realizar una conducta sin tener que pensar en cada paso y ocurre cuando la mente inconsciente llega a hacerse cargo de la actividad en un proceso que empezó con la práctica esforzada y llevó a las conductas automáticas del hábito.

 


Al principio en la relación entre las repeticiones y la automaticidad el esfuerzo y concentración es superior. La repetición acumulada hace más sencilla y necesita menos atención consciente conforme avanzamos en la curva al punto B, y con la suficiente práctica en C el hábito se vuelve más automático que consciente. Un nuevo hábito se ha establecido cuando pasamos el umbral de la línea de hábitos.

 

La llamada curva de aprendizaje corrobora un hecho empírico del cambio del comportamiento con la frecuencia y la repetición en la acción.


La pregunta de cuánto tiempo se requiere para desarrollar un hábito, tiene la propia respuesta en la que debiera ser la pregunta apropiada: ¿Cuántas veces tengo que repetir un hábito para desarrollarlo? La clave está en llegar a la automaticidad, y las veces no tiene un número exacto y general. Es mejor pasar a la acción que planear cuanto tiempo o repeticiones son necesarias.


Para James Clear lo que importa no es cuantas veces o días sino el ritmo y la frecuencia de la acción la que marcará la diferencia. Además, no siempre será perfecto el resultado obtenido con la repetición ni se obtendrá en el corto plazo. Acumular suficientes intentos, cada vez más exitosos, hará que la conducta esté cada vez más integrada en tu mente y cruzado la línea marginal de los hábitos.


Lo trascendente y efectivo es que decidas actuar y hagas lo necesario para progresar hacia el objetivo del hábito. Y para ello es necesario cumplir y aplicar la Tercera Ley del Cambio de Conducta: hacerlo sencillo.


 

La ley del menor esfuerzo.


 

La ley del menor esfuerzo se basa científicamente en la realidad de que la energía es valiosa para el cerebro y este está programado para conservarla o hacer el mejor uso posible de ella. Se basa en un principio fundamental de la física: principio de la acción menor, que establece que el camino seguido entre dos puntos dados será siempre el camino que requiera la menor cantidad de energía.


Cada acción requiere de una cantidad de energía y cuanta mayor sea requerida, menos probabilidad hay de que ocurra la acción.


Sin embargo, la sabiduría convencional suele decirnos que la motivación es clave del cambio de hábitos y que si realmente quieres algo puedes conseguirlo. Pero la motivación verdadera, y por defecto de la humanidad, es la de ser perezoso y hacer lo que más nos conviene (ley del principio de la acción menor o mínimo esfuerzo).


La mayoría de los hábitos que ya disponemos y gran parte de los peores nos roban gran parte de nuestro tiempo porque estamos por defecto haciendo por su “conveniencia” y facilidad de esfuerzo.


Cuando hablamos de los hábitos positivos, que son aquellos que deben determinar quiénes queremos ser, el hábito necesario se convierte en un obstáculo, también necesario, para llegar a lo que queremos. No queremos el hábito por sí mismo, sino lo que queremos es “saltar” el hábito y quedar con lo que nos depara. Mayor obstáculo supone más resistencia a realizar el hábito. Es por ello que el hábito deba ser lo suficientemente sencillo para que se haga incluso sin ganas.


 En realidad, estamos acostumbrados o habituados ya a hacer cosas complicadas todos los días que tiene que ver con lo que somos o quienes somos: trabajar, criar hijos, cuidar a personas, llevar un negocio, etc.…Sin embargo, el verdadero problema que se nos presenta es el deseo continuo, cada día, de hacer esas cosas cuando lo que tienes ganas es de rendirte al mínimo esfuerzo. Es por ello que simplificar, hacerlo fácil y automático permitirá continuar y recoger los frutos del largo plazo.


 

Conseguir más con menos esfuerzo.


 

Tratar de forzar tu motivación para lograr mantener un hábito difícil es como tratar de forzar el paso del agua a través de una manguera doblada.


Tratar de vencer la resistencia en la vida no es tan conveniente como reducirla y para ello y relacionado con los hábitos, practicar el diseño del ambiente. Hacer las señales más evidentes y optimizar el ambiente para hacer más sencilla las acciones. Por ejemplo, incluir en hábitos y rutinas diarias los nuevos hábitos que queremos desarrollar.


La idea central es crear ambientes para llegar a hacer lo correcto de una manera sencilla, tanto como sea posible. Generar buenos hábitos se reduciría a encontrar maneras de reducir la tensión asociada a los buenos hábitos e incrementar la tensión asociada con nuestros hábitos malos. Es una estrategia de JC denomina adición por sustracción, copiada de la industria japonesa de los 70ss en la que eliminaba los procesos que generaban resistencia y desperdicio de energía añadiendo a la vez aquellos que mejoraban facilidad y beneficio en la producción, y por tanto en clientes y ganancias.


Preparar el ambiente no es solo una acción de presente, sino y sobre todo de futuro. Así James Clear pone el ejemplo de resetear la habitación en lo que básicamente supone dejar cada cosa lista para su utilización. De este modo, cuando dejas organizado un espacio para el propósito para el que está destinado, lo estás dejando preparado para la siguiente acción.


En resumen, se trata de rediseñar tu vida para que las acciones que importan más sean más sencillas de realizar y al contrario, las cosas más perjudiciales que sean más difíciles, generando tensiones y dificultades para aquellas que queremos evitar.


 

Dejar de postergar con la regla de los dos minutos.


 

Un ritual supone hacer la misma cosa cada día en su hora precisa, convertido en hábito repetible reduce la probabilidad de saltarlo o hacerlo de manera distinta, evitando además tener que pensar. Reduzco energía, esfuerzo y resistencia.


Se dice que entre el 40-50% de las acciones que realizamos a diario son hábitos y sin embargo, su influencia es superior en importancia y resultados al resto de acciones. Estas elecciones automáticas que se hacen en segundos condicionan e influyen en posteriores decisiones conscientes que realizamos más tarde, horas después.


Los hábitos son lanzaderas que no sólo hacen más fácil hacer lo que estás haciendo y evitar hacer algo distinto, sino también para las decisiones que debas pensar y tomar después.


Cada día hay una serie de momentos con un impacto mayúsculo que James Clear denomina momentos decisivos.

La diferencia entre un día bueno y un mal día se puede hacer gráfico en una suerte de árbol de decisiones, en el que se hacen fundamentales los momentos decisivos de hábitos de primera mañana y algunos momentos críticos del día.

 

 

Dominar nuestros momentos decisivos a lo largo del día es muy importante. Cada día, formado por muchos momentos quedan determinados por pocas elecciones habituales que determinan el camino y quienes somos. Los hábitos se convierten en esas lanzaderas o puntos de entrada al resto de nuestro día y de nuestra vida.


 

Regla de los dos minutos.


 

Lo lógico se supone que es empezar por lo más sencillo y pequeño, pero es común empezar por lo más grande, buscar el atajo que nos lleve al resultado. Eso hace que, en el caso de los hábitos, termines haciendo demasiadas cosas en poco tiempo o las más complicadas. Sin embargo, la regla de los dos minutos nos apela a que cuando empecemos un nuevo hábito este no debe llevarnos a más de dos minutos.

 

La idea, que puede ser exagerada según para qué actividad, es hacer al principio tus hábitos tan sencillos como sea posible. Lo importante es la acción, empezar a hacer lo correcto, que en definitiva nos hace que sea más sencillo seguir haciéndolo. Ojo lo siguiente … un nuevo hábito no debería ser un reto. Puede y debe ser desafiante, pero al principio, aunque sea solo dos minutos, deben ser sencillos. Buscamos un hábito umbral hacia un camino más productivo.


Un hábito debe estar firmemente establecido antes de poder mejorar y avanzar. Se trata de hacerte presente en lugar de diseñar un hábito perfecto desde le principio, haciendo algo sencillo de manera consistente (frecuencia) para estandarizar antes de poder optimizar.


Finalmente, no es solo un truco para hacer los hábitos más sencillos, sino en realidad la manera ideal de dominar una habilidad complicada. Los rituales y su cantidad facilitan la probabilidad de consolidación y avance de los hábitos. Es importante conseguir que el inicio sea sencillo para que el resto se produzca de manera natural.


Además, con esta estrategia, debemos hacer que se convierta siempre en algo que no sea un esfuerzo y que mínimamente sirvan al menos para reforzar la identidad que queremos construir con el hábito. Hacer la acción mínima necesaria para ir confirmando el tipo de persona que quieres llegar a ser.


 

Hacer inevitables los buenos hábitos e imposibles los malos hábitos.


 

En algunas ocasiones, incluso las que más, el éxito en los hábitos viene más por dificultar los malos que en facilitar los buenos. Es una solución de inversión de la Tercera Ley del Cambio de Conducta: hacerlo difícil.


Una de las maneras de hacer que los hábitos sean más difíciles es a través de un mecanismo de compromiso que de manera básica consiste en elegir qué hacer en el presente para controlar acciones del futuro asegurando tu conducta atada a los buenos hábitos y apartado de los malos hábitos.


Es la estrategia adoptada en La Odisea por Ulises en el pacto de Ulises. Pero estrategias hay muchas válidas, pero todas tratan de evitar la tentación negativa tomando ventaja de las buenas intenciones previas antes de caer en la tentación.


En muchas ocasiones la clave del éxito está en hacer difícil volverse atrás o que cambiar la tarea requiera más trabajo que empezar a realizarlo. Como, por ejemplo, pagar por adelantado las cosas.


Los mecanismos de compromiso aumentan las posibilidades de hacer lo correcto en el futuro haciendo que los malos hábitos sean difíciles en el presente, pero podemos mejorar esta opción haciendo además que los buenos hábitos sean inevitables e imposibles los malos hábitos.


 

Automatizar un hábito para olvidarse de él.


 

La mejor manera de acabar con un mal hábito es convertirlo en algo impracticable. Forzar la tensión y la resistencia al punto que no haya opción de la mala actuación. Automatizar la conducta ética y correcta.


Decisiones y acciones que se toman una vez en la vida, requieren poco esfuerzo inicial y conllevan mucho valor agregado con el tiempo.


Es una idea muy fuerte la posibilidad de tomar una única decisión que permita beneficios continuos en el futuro de manera recurrente y sin esfuerzo. Pero también es cierto que, como hemos visto, la frecuencia es una variable importante de la acción para que el hábito persista. Por ello, algunas acciones sencillas y satélites pueden mantener alerta el compromiso que adquieres. Por ejemplo, no es necesario revisar tus inversiones todos los días salvo una o dos veces al año, pero llevar una contabilidad de tu economía es necesario llevar de manera frecuente y te mantiene consciente en el proceso y hábito de ahorro e inversión.


La tecnología facilita los hábitos transformando acciones difíciles, complicadas o menos interesantes más fáciles de llevar, dejando tiempo libre para donde la tecnología no tiene opciones. Pero también puede ser negativa en el uso comercial que las compañías aprovechan precisamente para que no tomes decisiones, sino que aceptes las de las propias compañías, detrás de la cuales en muchos casos están caprichos y deseos personales.


 

CUARTA LEY: HACERLO SATISFACTORIO.


 

Regla cardinal del cambio de conducta.


 

La Cuarta Ley del Cambio de Conducta: hacerlo satisfactorio refiere a que adoptar un hábito permitirá reforzar la repetición y resulta más sencillo cuando la experiencia es satisfactoria. Ello es así porque las señales indican al cerebro que vale la pena recordar y repetir una conducta.


La regla cardinal del cambio de conducta es que lo que se recompensa, se repite. Lo que se castiga, se evita. Las emociones positivas cultivan hábitos. Las emociones negativas los destruyen.

 

Las discrepancias entre las recompensas inmediatas y las recompensas retardadas son consecuencia de discrepancias evolutivas. Los animales en su hábitat viven en un sistema de retorno inmediato en referencia a las acciones y comportamientos que realizan. Los resultados que buscan son claros, efectivos e inmediatos. Comer, beber, procrear y en definitiva sobrevivir. Sin embargo, el humano en la sociedad busca en algunas ocasiones elecciones o decisiones que no benefician de manera inmediata en un sistema de retorno retardado.


Pero el cerebro no ha evolucionado lo suficiente para adaptar plenamente y consciente este sistema de retorno retardado. De hecho, nuestro cerebro no es diferente del de nuestro ancestro más antiguo el homo sapiens de hace 300.000 años, quizás la referencia de hombre moderno más antigua. Y el sistema de retorno retardado puede que tuviese su inicio con el inicio de la agricultura hace 10.000 años. Pero realmente el cambio social que tuviese en cuenta esta sociedad de retorno retardado fuere saliendo de la edad media, con el impulse del comercio y la capacidad planificadora del ahorro, capital, planificación económica etc...


Los cambios son cada vez más y más rápidos, pero la naturaleza humana no ha seguido su velocidad. Seguimos teniendo miedo y abrazando las seguridades que buscábamos cuando vagábamos por la sabana.


Los más arrojados han sabido abrazar el miedo y superarlo entendiendo el sistema de retorno retardado y provocando el progreso. Los demás prefieren la protección, la seguridad, el refugio y el alimento seguro: la gratificación instantánea.


La preferencia por los resultados inmediatos sobre las promesas y proyecciones futuras, la inmediatez sobre la potencialidad sigue primando como asegura la economía conductual que explica la inconsistencia temporal, entendida como tendencia de los individuos de cambiar de preferencia en función del tiempo, con una serie de decisiones inconsistentes con sus objetivos y bienestar.


Esto puede llevar a decisiones que parecen irracionales o subóptimas desde una perspectiva de largo plazo.


Un ejemplo clásico es el dilema de la gratificación inmediata versus la gratificación diferida: una persona puede preferir recibir una pequeña recompensa hoy en lugar de una recompensa mayor en el futuro, pero cuando el futuro se convierte en el presente, puede lamentar no haber esperado. Pero por defecto valoramos más el presente que el futuro, bastante útil en ocasiones esperar una recompensa segura, más valiosa que una mera posibilidad, ese no ha sido nunca el camino del progreso.


Entender este comportamiento, responderá por qué hay cosas que hacemos, como fumar, comer en exceso o comisa basura, o no tomar precauciones generales en nuestros comportamientos priorizando las recompensas inmediatas sobre los resultados futuros. Y ello explica por qué adquirimos malos hábitos: sus consecuencias son retardadas y las recompensas que nos motivan a adquirirlos son inmediatas.


Y es que con los hábitos se produce una asimetría o alejamiento temporal en los resultados. Los resultados se alejan entre hábitos malos y buenos desde el presente hasta el futuro. Y como explica Fréderic Bastiat: “casi siempre sucede que cuando la consecuencia inmediata es favorable, las consecuencias posteriores son desastrosas y viceversa… Por lo regular, cuando más dulce es la primera fruta que produce un hábito, más amarga son las frutas que lleguen posteriormente”.


 

Convertir la gratificación instantánea en ventaja.


 

El éxito sentido es el sentimiento para repetir el hábito, que se convierte en una señal de la efectividad de tu esfuerzo. En un mundo perfecto sería el hábito la recompensa en sí mismo, pero la realidad es diferente y debido a la dificultad y resistencia de consolidar el hábito, al principio se hace indispensable la recompensa inmediata. 


Las recompensas inmediatas forman entonces parte de la propia conducta porque la terminación de la experiencia y su experiencia determina la repetición. Es el fundamento del reforzamiento o refuerzo que usa la recompensa inmediata para incrementar las posibilidades de repetir la conducta y consolidar el hábito. Ya reconocimos que la acumulación de hábitos vincula tu hábito a una señal inmediata y evidente. Y el refuerzo hace lo mismo, recompensando de manera inmediata para que la conducta sea satisfactoria y deseada su repetición.


Es importante la visibilidad de la recompensa en los casos de los hábitos de evasión. Es el caso de cuando tu conducta es del tipo “dejar de hacer”, de resistir una tentación en la que la satisfacción no se manifiesta o visualiza si no la haces visible y significativa. El ejemplo es dejar de hacer una compra o suscripción y si el hábito de evasión es un ahorro, ingresarlo en una cuenta especial: el programa de lealtad hacia ti mismo.


Es fundamental que la recompensa inmediata esté alineada con tu objetivo a largo plazo, con la persona que quieres ser, evitando en todo momento casos de paradojas o inconsistencias. Es importante que esa recompensa a corto plazo refuerce tu identidad y no genere un conflicto de identidad. Ejemplo, no vale recompensar un ejercicio con un atracón de comida o de cervezas si lo que quieres es llegar a tener mejor salud o ser persona sana.


Conforme los hábitos se van consolidando y los resultados o recompensas intrínsecas se hacen manifiestas, perseguir las recompensas inmediatas podrá llegar a ser prescindibles. La identidad adquirida se convierte en el propio refuerzo. “Cuanto más parte de tú vida se vuelva un hábito, menos necesitarás un estímulo externo para mantenerlo. Los incentivos pueden iniciar un hábito. La identidad sostiene al hábito.

 

Es cuestión de tiempo, una variable fundamental en el establecimiento de hábitos. El reforzamiento inmediato nos mantendrá la motivación al principio, y actuará en el corto plazo hasta que las recompensas a largo plazo lleguen. Se trata de hacer que el cambio se a sencillo disfrutándolo hasta que el cambio sea la recompensa.


 

Mantener los buenos hábitos todos los días.

 


El progreso, aunque satisfactorio conjuga mejor con medidas visuales que dejen evidencia del progreso realizado. De este modo refuerzan la conducta y añaden satisfacción inmediata en el proceso. Una manera de medir el progreso es el historial de hábitos.


El historial de hábitos es una manera sencilla de medir el cumplimiento de los hábitos, y generar una cadena o un muro es una forma sencilla de comprenderlo. El Mago More, así lo ejemplifica y hace, “poniendo un ladrillo” en un muro ficticio por cada día que cumple con el hábito. Si algún día se lo salta tira el muro y empieza de nuevo. (quizás algo duro y una resistencia para consolidar el hábito). En definitiva, se trata de no dejar de actuar, y mantener la cadena del proceso, y mantener en paralelo un registro que aproveche varias de las leyes de cambio de conducta para que sean obvias, atractivas y satisfactorias.

Pero ¿por qué es tan buenos el historial de hábitos?


1.      El historial de hábitos es obvio. El propio registro de las acciones es una señal en sí mismo para seguir actuando. Es además una señal visual que refuerza y recuerda que tienes que seguir o volver a realizar la acción. La evidencia y los datos corroboran que registrar el progreso mejora la posibilidad del hábito.

Además, registra ayuda a ser honesto y contarte verdad sobre ti y tu comportamiento. Muchas veces tenemos una visión no objetiva o edulcorada de nuestro comportamiento. Superar esta miopía permite reconocer de verdad lo que está sucediendo y dejar de mentirte a ti mismo.


2.      El historial de hábitos es atractivo. La forma más efectiva de motivación es medir el progreso. El efecto adictivo de este registro revela cada progreso como un micro triunfo con efecto adictivo que alimenta el proceso. Puede ser particularmente efectivo en los malos días o ante el desánimo, ver el progreso realizado o el recuadro vacío que hace vulnerable la cadena y ayuda de manera preventiva a actuar sin pensar.


3.      El historial de hábitos es satisfactorio. El historial puede ser una recompensa por sí mismo crucial para la satisfacción que nos lleve a repetir. Marcar cada día, consultar la acumulación de resultados resultan por sí agradables y permiten que tu hábito perdure.


El historial de hábito es una brújula que centra en el camino o proceso más que en el resultado o destino al que indefectiblemente llegas, pero que al mismo tiempo empuja a actuar, motiva a continuar, alimenta de éxito, generando una gratificación inmediata e intrínseca.


El problema intrínseco del registro es que es un hábito en sí mismo. Y las personas suelen ser reacias a medir y registrar, donde no ven un objetivo en sí mimo.


No se trata de medir todo en la vida, pero si las cosas que deben hacerse más objetivas, visibles y fundamentales. Por tanto, como todo hábito, el propio de registrar debe hacerse sencillo para llegar a cumplirse. ¿Cómo?


·        A ser posible los registros deben ser automatizados junto a las mediciones. Obtener la información cada vez es más fácil y agendar revisiones también. Dar espacio en el tiempo para la revisión sin ser demasiado alejado genera menos tensión que hacerlo a diario. Cada hábito tiene su período de revisión razonable.

·        El registro manual se reservará a los más importantes, intentando que sea lo más inmediato posible al suceso. Genera la fórmula de acumulación de hábitos con registro:


Después de HABITO ACTUAL voy a REGISTRAR MI HABITO.

 

Siempre es interesante ver cómo has estado ocupando tu tiempo en realidad. ¿Pero qué pasa cuando interrumpimos el hábito?


 

Recuperar rápido tus hábitos interrumpidos.


 

La vida te interrumpe constantemente. Además, la perfección no es posible. Pero cuando esto ocurre y en relación con la interrupción de los hábitos, la primera regla es no dejar que ocurra dos veces.


Aunque imperfecto, puedo y debo evitar cometer la misma falta dos veces, y si una racha favorable se interrumpe inicio inmediato la siguiente para convertirla en más larga.


Un error no te arruina, pero si lo repites no solo no aprendes, sino que, en el caso del hábito, has creado un nuevo hábito de incumplimiento. El éxito y fracaso se diferencian en la capacidad de recuperarse. La interrupción no se valida si la recuperación ocurre rápido.


Es relevante esta última idea que incluye la recuperación o en cualquier caso la repetición de la acción con independencia de que no sea completo, o perfecto. El buscar realizar el hábito completamente perfecto es en muchos casos provocar parálisis. Como dijimos, lo perfecto es enemigo de lo bueno.


Como en el sistema de capitalización económica, los días perdidos te dañan más de lo que los días exitosos te ayudan. Como decía Charlie Munger:” la primera regla de la capitalización es que nunca la interrumpas innecesariamente”. 


Se trata de no agregar cero y seguir capitalizando sobre lo que ahora has acumulado de tus hábitos, porque ya los días acumulados están componiendo. Los días parados restan. Además de que, en cualquier caso, sin mejorar o acercarte como prevés a la meta, sin embargo, refuerza la identidad, aquello que quieres ser y por la que estás desarrollando la conducta y la acción.


 

Cuando registrar o no un hábito o cómo realizarlo debe de tener un sentido que sólo lo puede dar el propósito que hay detrás del hábito. De lo contrario, la mente humana que tiene predilección por ganar buscará el resultado conveniente en el juego, optimizando el esfuerzo en alcanzar un número o una referencia, que suponiendo que es la apropiada, en la mayoría de los casos no valora el objetivo o esa identidad que debe movernos al hábito. En muchos casos esa referencia no elegida bien no nos acerca a la identidad, o incluso nos aleja.


La Ley de Goodhart es la que aplica en estos casos en los que la medida se convierte en objetivo, dejando de ser una buena medida. Yo lo describo también como la perversión de los objetivos que en muchos casos desvirtúan la realidad o fin que debiéramos tener en cuenta.


Los números no completan la mayoría de las veces lo vasto y complejo de la finalidad, identidad y objetivo, plagado en muchos casos de detalles no mesurables e importantes que nos dejamos atrás por no poder medir. El hecho de que algo pueda ser medido no significa que sea lo más importante como de la misma manera si no lo puedes medir no quiere decir irrelevante.


Por ello, el registro o historial de hábitos debe ser útil como referencia de la dirección, pero nunca como lastre emocional. Tomar los datos en el sentido de evidencia favorable y ser capaz de reflexionar y ver el resto de los aspectos que experimentas, pero no puedes medir. Usa la “báscula” para el placer inmediato, pero focaliza en el proceso del hábito y el tiempo y frecuencia.

 

Un socio corresponsable puede cambiarlo todo.

 

Es una realidad que evitamos una experiencia cuando el resultado es doloroso. Y que cuanto más inmediato es el dolor, menos probable es que la conducta se repita. Sobre todas estas evidencias debemos basar evitar los malos hábitos.


En este sentido, la fuerza del castigo debe corresponder relativamente a la fuerza de la conducta que queremos corregir, porque el comportamiento solo cambia si el castigo es suficientemente doloroso e impuesto de manera confiable. Por lo tanto, las consecuencias deben ser locales, tangibles, concretas e inmediatas.

 

El contrato de hábitos.

 

James Clear hace una introducción a los contratos sociales como la fuente de acuerdos colectivos que acatan reglas y obligaciones como grupo, y que impactan en los hábitos de conducta sociales. Si bien las reglas no son puestas directamente por la sociedad, sino son leyes positivas de disposición legislativa y administrativa, el grado de aceptación y la rapidez de adopción, conllevan una aceptación amplia que hace que la sociedad acepte los castigos no solo económicos sino sociales por su incumplimiento.


En ese mismo sentido, podemos hacer un contrato para cumplir y hacernos responsables de las acciones que queremos establecer como hábitos. De manera verbal o escrita, estableces un compromiso y los castigos por su incumplimiento. Estableces socios corresponsables que firman el contrato contigo y fiscalizan el cumplimiento: El contrato de hábitos.


En definitiva, un contrato de hábitos redacta y expone una serie de mecanismos que hacen insatisfactorios los malos hábitos o el incumplimiento de los hábitos positivos que te propones. El dolor del incumplimiento debe ser inmediato y la especificidad y concreción juegan un papel importante.

Además de los testigos que deben firmar contigo el contrato, la posibilidad de socios corresponsables pueden ser útiles. Te pueden ayudar a cumplir los objetivos que te propones, pero además cuando fallas no te fallas solo a ti mismo, fallas a las personas que están contigo en el proyecto. Es un compromiso de responsabilidad.


La inversión de la Cuarta Ley del Cambio de Conducta es hacerlos insatisfactorio. Y conociendo que nos suele importar lo que los demás piensen de nosotros, sobre todo de las personas más cercanas, tener un socio corresponsable y firmar un contrato de hábitos puede funcionar bien.

 

Con esta información de los dos últimos pasos o leyes que nos permiten desarrollar hábitos que nos lleven a ser quienes queremos ser, dejamos aparcado el libro de James Clear para en la última entrada, sacar unas últimas conclusiones.




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