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Lo que se ve y lo que no se ve. Frederic Bastiat. (parte II. El licenciamiento de las tropas).

  • yosorep
  • hace 5 días
  • 8 Min. de lectura

 Perdonad que en esta entrada haga una reflexión personal que el propio Bastiat me ha llevado a hacer. Y es referente a todo lo que escribo.


Yo no soy Bastiat ni de lejos, pero si he entendido que mi sincronía con el va más allá de las reflexiones que expresa. Mi línea de escribir no pretender amoldarse a la inquietud general de las redes y su capacidad. Mi intención es compartir lo que me gusta y sobre lo que escribo. Y de este modo de alguna manera me he visto replicando lo que Bastiat mismo hacía: no se conformaba con el efecto visible, sino que obligaba a mirar lo invisible. No busco lectores, pero por ello también no me conformo con el lector superficial, sino que invito a quien quiera ver más allá.

 

Me atrevo a proponerte un aforismo que puede servir como lema de mi blog aunque no esté en la presentación: “No escribo para entretener la atención fugaz, sino para despertar la inquietud duradera.”

 

Y una vez dicho esto, sigo con Bastiat...


Frédéric Bastiat escribe en Lo que se ve y lo que no se ve, un capítulo II una nueva explicación brillante de economía usando como ejemplo de su parábola “El licenciamiento de las tropas”. Es una aplicación del mismo principio que en “La ventana rota”, ahora con referencia al gasto militar y al empleo público no justificado por necesidades reales de seguridad. Este ejemplo se podría hacer extensivo a otras muchas opciones, la mayoría de ellas relacionadas con el Estado.


Una de las realidades es que el Estado ha crecido muchísimo en las últimas décadas. Sin entrar a valorar mucho sobre cuánto y a una dialéctica sobre el tema, Bastiat es capaz de explicar con esta parábola sencilla pero eficaz ya no la conveniencia del entramado estatal, sino a destapar el velo de la mentira y la falsa justificación económica de su existencia.


Antes de resumir, y de dar aclaraciones, prefiero dejar tal cual el texto, para ser fiel a las palabras del autor:



“Sucede con un pueblo lo que con un hombre: que cuando quiere proporcionarse una satisfacción, él mismo debe calcular si vale lo que ha de costarle. Para una nación, la seguridad es el mayor de los bienes. Si para adquirirla tiene que movilizar a cien mil hombres y gastar cien millones, no tengo nada que objetar: es un bien pagado con un sacrificio. Que no se malinterprete, pues, el alcance de mi reflexión. Propone un diputado que se licencie a cien mil hombres para ahorrar cien millones a los contribuyentes” …

 


Como se puede observar en esta primera parte del texto, Bastiat vuelve a usar un concepto de valoración raramente utilizado en sociedad y denostado por los políticos y falsos economistas: el concepto de coste de oportunidad. Y también introduce sin referencias las ideas de que en el Leviatán promueve el filósofo Thomas Hobbes, que da valor a la seguridad para olvidar la libertad. Es la oportuna causa que defiende la labor del político que viene a salvarte. Y sigue con su argumento…


 

… “Si se le contestara simplemente que esos cien mil hombres y los cien millones son indispensables para la seguridad nacional; que significan un sacrificio, pero que sin ese sacrificio la nación acabaría despedazada por uno u otro bando o invadida por los extranjeros, nada tendría yo que oponer a ese argumento, que será fundado o no, pero que en teoría no encierra ninguna herejía económica. La herejía comienza cuando se trata de presentar el sacrificio como una ventaja, dado que alguien saldría beneficiado.

Pues bien, o mucho me engaño, o apenas dejara la tribuna el autor de la propuesta, otro orador la ocuparía inmediatamente para formular cuestiones como las siguientes: ¿Cuál será el porvenir de esos cien mil hombres? ¿De qué vivirán? ¿Se olvida que el trabajo escasea, que las salidas profesionales están bloqueadas? ¿Se pretende echarlos a la calle, aumentar la competencia por el empleo y lastrar el nivel de los salarios? En momentos en los que resulta tan duro ganarse la vida, ¿no es una suerte que el Estado proporcione un empleo a cien mil personas? Considérese, además, que el ejército consume vino, ropa, armas, y que ello redunda en la actividad de las fábricas y de las plazas de guarnición, y que asimismo resulta providencial para innumerables proveedores. ¿No es una idea siniestra aniquilar este inmenso movimiento industrial?...

 


Estamos haciendo en este párrafo una defensa de Lo que se ve: mantener a 100.000 soldados y gastar 100 millones mueve dinero, dando trabajo a militares y proveedores, dinamizando guarniciones y fábricas. Es el argumento que suelen utilizar las mismas personas de siempre. Los que tienen una mirada corta que no ve más allá de sus intereses personales justificados en los de la sociedad. Podríamos hablar desde los luditas que rompían máquinas en el siglo XVIII, y hoy están asustados por la IA, a los políticos que subvencionan sectores económicos o mantienen sistemas de pensiones quebrados. Pero sigue diciendo…


 

…” Este discurso resuelve favorablemente la conservación de los cien mil soldados, no ya en atención a las necesidades del servicio, sino por consideraciones económicas: éstas son, por tanto, las que paso a refutar.

Cien mil hombres, que cuestan cien millones a los contribuyentes, viven y hacen vivir a sus proveedores en proporción a todo lo que pueden dar de sí los cien millones: esto es lo que se ve.

Pero cien millones que salen del bolsillo de los contribuyentes dejan de aportar a éstos y a sus proveedores la parte proporcional de lo que podrían dar de sí los susodichos cien millones: esto es lo que no se ve. Echemos cuentas y que alguien sepa decirme dónde está el beneficio para la masa social”…

 


Ahora estamos contrastando Lo que no se ve: esos 100 millones salen del contribuyente, que deja de gastar e invertir en usos productivos. Además, parte del trabajo se vuelve improductivo si las tropas exceden lo necesario para la seguridad. Es lo que a continuación señala Bastiat.


 

…”Yo, por mi parte, señalaré dónde está la pérdida y, para simplificar, en vez de hablar de cien mil hombres y de cien millones, haré cálculos sobre un hombre y mil francos.


Estamos en el pueblo de A. Los reclutadores hacen su ronda y se llevan a un hombre. Los recaudadores hacen la suya y se llevan mil francos. Con este dinero, el hombre es trasladado a Metz, donde vivirá por espacio de un año, sin hacer nada. Si se mira exclusivamente hacia Metz, la medida resulta claramente ventajosa; pero si fijamos la atención en el pueblo de A., el juicio será muy diferente. Se verá que este pueblo ha perdido a un trabajador, los mil francos que servían de remuneración a su trabajo y además la actividad que producía el gasto de ese dinero.


A primera vista parece que exista compensación, porque el fenómeno que se materializaba en A. ha pasado a materializarse en Metz, pero vamos a comprobar que hay pérdida. En el pueblo había un hombre que labraba y sembraba la tierra: era un trabajador. Ahora, en Metz, ese hombre gira a derecha e izquierda: es un soldado. El dinero y la circulación son iguales en ambos casos. Pero en el primero había trescientos días de trabajo productivo, mientras que en el segundo hay trescientos días de trabajo improductivo, partiendo, por supuesto, de que parte del ejército no es indispensable para la seguridad pública” …



Ahora ha sido el momento en el que se pone en cuestión el sacrificio legítimo vs. sofisma económico , porque aunque Bastiat admite que la seguridad puede requerir tropas y gasto, eso es un sacrificio por un bien, pero quiere dejar claro que por lo menos debemos tener claro que al menos supone un coste de oportunidad que debe ser tenido en cuenta cuando no calculado para no caer en errores. El error aparece cuando se presenta ese sacrificio como una ventaja económica “porque da empleo” y nos quedamos con esa sola y simplificada conclusión.


 

…“Vamos ahora al licenciamiento. Se me dice que provocaría un exceso de cien mil trabajadores, una competencia laboral exacerbada y una presión añadida sobre los precios de los salarios: esto es lo que se quiere ver.


Pero hay cosas que no se ven. No se ve que licenciar a cien mil soldados no es destruir cien millones, sino devolvérselos a los contribuyentes. No se ve que lanzar a cien mil trabajadores al mercado es lanzar en él al mismo tiempo los cien millones destinados a pagar su trabajo, y que, por consiguiente, la misma medida que aumenta la oferta de fuerza de trabajo aumenta también la demanda, de donde se deduce que la supuesta baja de salarios es ficticia. No se ve que, tanto antes como después del licenciamiento, hay en el país cien millones que corresponden a cien mil hombres; y que la diferencia estriba en que, antes, el país entregaba los cien millones a los cien mil hombres por no hacer nada, mientras que después se los entrega por trabajar. No se ve, en fin, que cuando el contribuyente da su dinero a un soldado sin compensación alguna, o cuando se lo da a un trabajador a cambio de lo que sea, las consecuencias ulteriores de la circulación de ese dinero son las mismas. Sólo que en el segundo caso el contribuyente recibe algo y en el primero no recibe nada. Resultado: una pérdida evidente para la nación.


El sofisma que aquí combato no resiste la prueba de la progresión, que es la piedra de toque de los principios. Si, tomado todo en consideración y examinados todos los intereses, hay beneficio nacional en aumentar el ejército, ¿por qué no llamar al servicio a toda la población masculina del país?”

 


Lo que en definitiva termina señalando Bastiat en su razonamiento es que sobre el licenciamiento y los salarios el hecho de licenciar soldados no destruye dinero: lo devuelve a los contribuyentes. La oferta de trabajo aumenta, pero también la demanda, porque el gasto se reasigna hacia producción útil; el contribuyente obtiene bienes/servicios en vez de “nada”. Podrá requerir tiempo, pero se producirá.


La Conclusión y prueba por el absurdo a la que llega es que, si aumentar el ejército fuese un beneficio económico neto, habría que reclutar a toda la población masculina. Como eso es absurdo, el mantenimiento de tropas no indispensables empobrece: desplaza recursos sin crear riqueza. Puede ser más sencillo y menos penoso económicamente un servicio militar.

 

 

 

Resumen del argumento


 

  • Bienes y sacrificios: La seguridad nacional puede justificar movilizar tropas y gastar recursos. No hay herejía económica si se reconoce como un sacrificio para obtener un bien. El error surge cuando se presenta ese sacrificio como un beneficio económico en sí mismo.


  • Lo que se ve: Mantener a 100.000 soldados y gastar 100 millones “da trabajo” a los militares y a sus proveedores, dinamiza guarniciones y fábricas. Eso es lo visible: ingresos y actividad en Metz (o donde estén acuartelados).


  • Lo que no se ve: Esos 100 millones salen del contribuyente. Lo que se deja de consumir e invertir en el pueblo A (zapatos, herramientas, libros, mejoras productivas) es invisible en la contabilidad superficial. Además, se sustituye trabajo productivo (labrar, sembrar, producir) por trabajo improductivo cuando las tropas exceden las necesidades de seguridad.


  • El licenciamiento y los salarios: El temor de que los salarios bajen por “exceso de trabajadores” tras licenciar tropas ignora que vuelve al mercado el mismo flujo de dinero (los 100 millones), ahora orientado a demandar trabajo productivo. La oferta de trabajo aumenta, pero también la demanda, porque el gasto se reasigna a producción útil; el contribuyente obtiene algo a cambio, en vez de nada.


  • Conclusión económica: Mantener gasto en tropas no indispensables no crea riqueza: desplaza recursos y reduce el producto neto. Si aumentar el ejército fuera un beneficio general, el argumento llevaría al absurdo de reclutar a toda la población masculina.


  • Principio central: No confundir movimiento de dinero con creación de riqueza. La riqueza surge de producción útil, no de gasto que sustituye valor por consumo improductivo.

 

  • Costo de oportunidad: Lo invisible es siempre el uso alternativo del dinero y del trabajo. Bastiat exige sumar lo que se ve y lo que no se ve para juzgar políticas.


  • Criterio de legitimidad: El gasto militar es legítimo cuando responde a la seguridad; se vuelve empobrecedor cuando se defiende por “dar empleo”.



 “La economía no prospera por pagar lo que no produce, sino por orientar recursos a lo que crea valor.”



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“¿Medimos el progreso por el dinero que circula, o por el valor que realmente se crea?”

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