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MERCANTILIZACION DE LA VIRTUD.

  • yosorep
  • hace 23 horas
  • 6 Min. de lectura

 

 

“Es inmoral oponerse al sistema de mercado y no vivir en una choza o en una cueva situada bien lejos del mercado”.


 

La incoherencia de la virtud predicada

 

En este capítulo Taleb señala que es mucho más inmoral defender las virtudes de nuestra vida sin asumir sus consecuencias directas.


Pone en este caso el ejemplo de la escritora Susan Sontag, que le repudió por ser agente de inversiones mientras ella vivía en Nueva York con millones en cuentas y patrimonio. Una referencia clara del juicio hipócrita de los activistas falsamente comprometidos denominados caviar.


Se producen muchos casos en los que las personas explotan un nivel de virtud enfocada en una imagen personal, una carrera, estatus social mientras lo hacen lejos de la realidad no implicándose en el riesgo de jugarse la piel, no aceptando o asumiendo los perjuicios de una acción negativa.


Esencialmente se trata de vivir como se predica. Aunque predicar no se necesario y solo baste el ejemplo.

No podemos aceptar las personas que predican una abstracción de la realidad que no viven en primera persona y que ni siquiera está dispuestos a compartir.


Son los denominados intervencionistas. Personas teóricas a los que no les gusta los detalles que la realidad brinda. Los señalan solo de lejos. Para ellos no existe la palabra prójimo, solo la palabra causa, menos peligrosa.


Hablamos de ese tipo de personas que se consideran valedores de una verdad de sus teorías e ideologías, que venden a los demás como razón, autoconvencidos, pero no practicadas sin tener en cuenta como estas ideas afectan a los demás que las escuchan y aún más las practican.


Se convierten en virtuosos auto declarados y convencidos que alcanzan un estatus impermeable al efecto de esas ideas que predican.


Por poner un ejemplo, y desde la general ignorancia de la realidad de los individuos, llegan a ver los pobres como una abstracción reificada que jamás encontraran o se enfrentan en la realidad.


Se puede llegar a maltratar a un camarero, mientras se dedican a dar charlas y exposiciones hablando de igualdad, de diversidad y de justicia.

 

Una de sus cualidades es pedir una solución sistémica a cualquier problema de injusticia. De una manera inmoral totalmente alejada de cualquier ética. Prestando ayuda sólo si es el resto de la sociedad es la que apoya y sale en esa ayuda y por supuesto, si el que la necesita la pide antes.

 

Si tu vida privada entra en conflicto con tus opiniones, cambia de ideas, no de vida”.

 

También dice Taleb que, si tus actos privados no pueden generalizarse, entonces es que no tienes ideas generales.


En resumen, estamos hablando de que la virtud se demuestra con la coherencia. Sin ella, tu engaño en tu vida privada es traspasado a la vida pública, sin sufrir las consecuencias de ello.


 

Mercaderes de la virtud

 


En muchos casos son mercaderes de la virtud que, protegiendo el medio ambiente rellenan sus bolsillos sin los riesgos de producir. Como el vendedor que te dice lo bueno que es su producto para ti cuando en realidad y esencialmente es algo bueno para él.


Muchas defensas que se realizan, en ocasiones tienen detrás un interés particular o de un grupo que seguramente lo monetiza. Pregúntate siempre esa posibilidad, y probablemente no serás el producto de esas ideas, que en muchos casos eres tú si las aceptas.


Un ejemplo son el de las causas globales que se defienden en muchos ámbitos institucionales y políticos. Son lo que Taleb denomina el último refugio de la virtud de la publicidad canalla.

 

Porque una característica genuina de la virtud es que no puede publicitarse. Es una apuesta vital que como defendiera Sócrates no se manifiesta en la foto, sino en la forma de vivir y que sólo el ejemplo puede desvelar en la sociedad.


En la antigüedad podemos encontrar un ejemplo de la virtud en el Nuevo Testamento, Mateo 6,1-4, donde señala que una cualidad de la virtud es el secreto: “cuídate de no hacer tus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúas así, tu padre que está en el cielo no te dará ninguna recompensa”. (…).


No es la cuestión religiosa la que importa aquí. No es una defensa de la Iglesia. Pero como la Iglesia de los siglos XIX y posteriores, la simonía sigue ocurriendo hoy día en es esta suerte de ideologías laicas que se manifiestan desde este globalismo general de la buena voluntad y la falsa virtud.


Otras clases opulentas hoy “liberan los pecados” del mundo con la compra de bulas, favores e indulgencias. Un dinero gratuito y fácil en el sentido similar a como entonces se vendía una salvación que solo podía depender de uno mismo y de Dios. Cobran por nada y el trato es aceptado.


Compran una opción para entrar en el paraíso a alguien que vende algo que no tiene ningún coste para él.

Al final es una práctica Lindy que ha sobrevivido antes a las ofrendas, entonces a las bulas, hoy a las buenas causas que llenan los bolsillos de los globalistas y sus esferas.


Hoy tenemos miles de causas sin ánimo de lucro que se gastan dinero en publicitar las donaciones de esas causas benéficas, en un entorno de negocios especializados en torno a ello con intereses económicos.


Se pueden ganar millones de manera directa o indirecta con el gasto de un par de millones con esas cenas benéficas y esas causas globales, prometiendo el paraíso y señalando que hay un infierno. Y ten cuidado de señalarlos, porque en tal caso eres el negacionista, el ateo del laicismo, y serás perseguido y lanzado al ostracismo mediático o social en tu entorno más cercano.


 

La virtud silenciosa

 


Hay personas que, desde la institución privada, desde la acción anónima y desde una verdadera actitud virtuosa “se esconden en al anonimato” para hacer bien gratis y sin que lo pidan o lo apoyen otras personas. Porque entienden como Sócrates, y entienden como dice Jesús, que la virtud no es un ornamento ni algo que se puede comprar. En muchos casos supone jugarse la piel asumiendo riesgos e incluso sobre su reputación.

 

Lo que, si está claro que la virtud si bien beneficia humanamente a quien la desarrolla, atañe de manera directa a nuestro prójimo y a la colectividad. Es una acción que por la propiedad de escala y desde una fuera centrípeta actúa en beneficio de la sociedad e intenta mejorar la vida o simplemente tratar bien a los ignorados.

 

Se puede decir que hay un grado superior de virtud o una forma más elevada que es aquella que es impopular. Y no es porque la virtud sea intrínsecamente impopular, pero si supone siempre asumir riesgos en un grado u otro. Es un acto de conducta genuina.



El riesgo como esencia de la virtud

 


Porque la virtud, siempre será ponerse en una posición incómoda para el que la pone en práctica, y en muchos casos puede ser castigada por el discurso común. Es una práctica tan popular que es denunciada y catalogada en el listado más universal y Lindy de principios universales: los mandamientos. Los señala entre el octavo y décimo mandamiento.

 

Un ejemplo puede ser el de los periodistas que cuenta hechos, acusados por los que venden noticias. Los primeros se arriesgan al ostracismo descubriendo y señalando la verdad. Los segundos caen en la tentación del dinero y se afanan a defender el que le pone las noticias a publicar con billetes pegados.


Preparados para realizar la humillación pública de sus contrarios, como falsos virtuosos que no se juegan la piel, solo saben hablar con la mano detrás de quien le paga, prestos al acoso y la cobardía del que se interesa por la verdad.

 


Lo micro frente a lo macro

 


La virtud y la verdadera ayuda está más cerca de lo micro que de lo macro. Del prójimo que del globalismo.

Asumir riesgos está más cerca de lo que pensamos y eso si nos acerca a la virtud.


Porque incluso puede que podamos ganar dinero, pero debemos alejarnos de la abstracción y lo universal para que nuestro propósito se manifieste en las personas. Siempre cerca.


Cualquier otra opción macro solo proviene de ideas de ingeniería social que proyectan riesgos de cola en las sociedades que prometen salvar.


Así, muchas “instituciones salvadoras” que aparentemente quieren o incluso ayudan en parte, en la mayoría de los casos son perjudiciales.

 

El valor y el riesgo, es una virtud que no se puede falsificar y la única que necesita la sociedad.

Porque virtud viene de virtus (latín), ligado a vir (hombre, fuerza). Originalmente significaba valor, coraje. Y esta es la conexión con riesgo.

 

Tu quizás necesites para todo ello prudencia, justicia, templanza y fortaleza. Pero solo la acción sirve.



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Sobre el capítulo 13 de Jugarse la Piel. N.N. Taleb.

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