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No todas las desigualdades son iguales.

  • yosorep
  • 26 oct
  • 3 Min. de lectura

No todas las desigualdades son iguales.


Podemos entender que hay dos tipos de desigualdades básicas. Una primera sería la que la mayoría reconoce y tolera, porque de algún modo esta justificada en la diferencia de capacidad de las personas que las sufren en relación con las que se beneficia de ella. Sería la desigualdad de personas famosas como científicos, artistas, y personas asimiladas a las que la desigualdad que nos diferencia provoca una admiración, referencia o fenómeno de fan. Son desigualdades inspiradoras, alejadas de resentimientos.


Sin embargo, hay otro tipo de desigualdad que no toleramos, porque se produce entre personas con aparentemente iguales habilidades, pero que han usado o sabido desenvolverse mejor en el sistema alcanzando un enriquecimiento que aparece en algunos casos como ilícito, privilegiado, político o desde la ley. En este caso seremos haters de este perfil.


Son los esclavos enriquecidos y como veremos, la importancia que tiene esta desigualdad en una sociedad viene dada en muchos casos con la propia cultura de la misma, en relación sobre todo con la percepción de la riqueza como un todo dado donde las relaciones dan sumas cero netas o en el caso contrario, sociedades donde se percibe la riqueza con la potencialidad del crecimiento.


Aquí es donde entra en juego los IPI de los que hemos hablado en ocasiones anteriores. Denominación propia de Taleb para, los inteligentes, pero idiotas, que son capaces de influir en las decisiones y las ideas de personas sin capacidad de pensar, aprender o sin interés por ninguna de las dos cosas. Estas, aceptan lo que los medios y políticos quieran normalizar, y venden la única posibilidad dentro del pensamiento único: la riqueza es una tarta hecha, la economía es suma cero. Solo queda la posibilidad quitar al que intenta hacer crecer la tarta porque para ellos, que no saben, que no quieren medir, la tarta no crece.


Estas élites son promotores del Estado del que se valen para obtener la riqueza vía de la manipulación y de la explotación del entorno político y económico, desde el patrocinio o desde la regulación desde la que se sirven para engañar a la gente imponiendo trabas y burocracia que ralentiza la competencia y el crecimiento económico. Paradójicamente, fuera ya de esos puestos políticos y legislativos, serán los mismos que aprovechen para manipular la ley en su beneficio como asesores y consultores cuando estén fuera de la función política. Las puertas giratorias…

 

En cambio, en los países en los que de algún modo más o menos puro se permite el proceso de destrucción creativa y la competencia de Schumpeter, la riqueza si crece.

 

Pero para darles la razón a aquellos que compran, promueven y utilizan el Estado y promueven luchar contra la desigualdad, podemos afirmar que la desigualdad existe y la economía es un juego de suma cero. Es el que han creado con su tablero, sus fichas, sus billetes, y quieren manejar todo el flujo del este “monopoli-o” cobrando por su supervisión sin añadir ningún valor.

 

Debería ser ya el momento de despertar y reconocer que el objetivo de la persona a detestar es aquel que no se juega la piel y está en la cima. No asume riesgos, pero consigue elevados ingresos desde su posición de manera “regular” o irregular. Es capaz de recoger beneficios y resultados, aunque no sean suyos y vender las pérdidas y los malos resultados a un sucesor o a un enemigo político o económico.

 

“La verdadera igualdad es la igualdad probable”.


“Jugarse la piel impide que los sistemas se pudran”.

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