Pensar con claridad. Una propuesta para tomar decisiones III
- yosorep
- 15 dic 2024
- 8 Min. de lectura
Hemos avanzado es estas dos semanas en el proceso de pensar con claridad en los momentos ordinarios de carácter personal y profesional y también los excepcionales. Porque las decisiones de hoy son los resultados de mañana. Y en las dos entradas anteriores hemos podido reconocer los enemigos a los que nos enfrentamos para pensar con claridad: la reacción emocional predeterminada, el ego predeterminado, la convención social predeterminada y la inercia predeterminada.
Y también hemos reconocido el fortalecimiento en aspectos fundamentales para poder pensar con claridad. Una suerte de valores reconocidos: autorresponsabilidad, autoconocimiento, autocontrol y seguridad en sí mismo. Estos valores y virtudes son buenos y necesarios, pero suponen cambios personales que se ponen de frente con la realidad de los enemigos del pensamiento.
Por ello, conocer tu realidad, las debilidades que nos rodean se hacen necesarias para usar como propuesta de llave de judo y convertirlas en facilitadoras del pensamiento o en su caso ponerles cortafuegos.
Hoy profundizamos en las debilidades y la gestión de las mismas...
GESTIONAR LA DEBILIDAD
“La vida se vuelve más fácil cuando no culpas a otras personas y te concentras en lo que puedes controlar”.
James Clear.
Ser consciente de lo que podemos controlar y no es algo muy importante. Aquí, la conocida "Oración de la Serenidad", atribuida al teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr nos da un mantra o jaculatoria que repetir:
"Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para reconocer la diferencia."
Controlando este aspecto, tenemos mucho. Pero debemos tener en cuenta también las cosas que no están a nuestro alcance, empezando por las que están dentro de nosotros: la biología.
Hablamos de las vulnerabilidades y debilidades que podemos (debemos) reprogramar. Reescribir los algoritmos para reaccionar de otro modo.
Conocer tus debilidades.
Las debilidades de nuestra biología nos pueden hacer reaccionar sin pensar con claridad, haciéndonos ciegos en momentos que pueden ser claves en la vida. Recuerda que las acciones de hoy no son neutras, y pueden determinar nuestro futuro.
Estamos rodeados de sentimientos de hambre, sed, cansancio, sueño, distracción, estrés…Nuestra perspectiva de la realidad es limitada por nuestro conocimiento. Tendemos a hacer juicios, también sin la información completa. Mezclamos debilidades biológicas con adquiridas por malos hábitos y se mantienen en nuestra actividad gracias a la propiedad física de la inercia.
“Es fácil adoptar malos hábitos cuando existe un retraso entre la acción y la consecuencia”.
No puedo dejar separada la frase anterior por lo importante que me parece. Vemos que ocurre con todo lo que nos rodea. No ahorramos porque no somos capaces de ver cómo podremos o queremos estar en un futuro. No vemos cómo saltarnos una comida o dieta, y comer alguna comida basura puede afectar a la salud. Saltarnos el ejercicio físico una mañana o tarde. O faltar a cenar con la familia o con los amigos por trabajo o ni siquiera ganas. Son muchas las decisiones que no tiene efectos en el corto plazo y que posiblemente no sean tan malas por ser una excepción. El problema es que este tipo de elecciones pueden acabar siendo recurrentes deviniendo en hábitos. Y los hábitos generan consecuencias, buenas y malas.
Los hábitos se convierten en resultados con el tiempo. El tiempo es el aliado de los buenos hábitos. Y la constancia y la paciencia son las virtudes del hábito-tiempo. Con el tiempo y los buenos hábitos, pequeñas y repetidas decisiones buenas se convierten en éxitos. Jim Rohn define fracaso como la comisión de unos pocos errores de juicio repetidos cada día.
SP nos indica que hay dos maneras de gestionar la debilidad:
1. Mejorar las virtudes. De este modo podremos gestionar las debilidades adquiridas o hábitos.
2. Erigir salvaguardas. De este modo podemos gestionar tanto las debilidades adquiridas y además es la única manera de gestionar las debilidades intrínsecas o biológicas.
Y recordemos las virtudes, de las que dos de ellas son de menos acción o mas bien propias de reflexión personal: autorresponsabilidad y autoconocimiento. Y las otras dos son las que se ejercen desde una acción directa por nuestra parte en todos los asuntos: autocontrol y seguridad en uno mismo.
Los puntos ciegos son limitaciones o debilidades relacionadas con el conocimiento. Hemos heredado ciertas habilidades cognitivas que no maximizan los resultados, sino que resuelven la supervivencia y la reproducción. Las acciones que desarrollamos se producen en términos de supervivencia entendida como que el coste de un falso negativo es mucho más elevado que el coste de un falso positivo (para entendernos, corremos ante un ruido o miedo, sin saber qué es. Equivocarnos en caso falso tiene un coste menor que equivocarnos por no corres y ser cierto el peligro) . Así funcionan los sesgos cognitivos.
Hoy estos comportamientos no son necesarios con la información que manejamos y en entornos más seguros. Pero si seguimos haciéndolo generamos errores de juicio y puntos ciegos.
Pero una vez que conoces tus puntos ciegos y eres consciente de tus sesgos cognitivos, debes gestionarlos. En caso contrario las condiciones biológicas predeterminadas y la inercia tomarán el control por ti.
Nuestro mayor punto ciego paradójicamente es conocer nuestras propias debilidades. Dice Richard Feynman: “el primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, ya que, de hecho, eres la persona más fácil de engañar”. Nuestras propias debilidades son las más difíciles de detectar y reconocer por tres motivos:
1. Los defectos son parte de lo que somos. Aunque queramos ser otro, en principio estamos acostumbrados a pensar, sentir y comportarnos de una determinada manera por hábitos reforzados durante años y normalizados.
2. Ver nuestros propios defectos es enfrentarse con el ego. Tenemos comportamientos interiorizados y en este sentido somos territoriales con nuestra imagen y su salvaguarda cuestiona la información negativa que recibimos.
3. Tenemos una perspectiva limitada al presente. En el futuro entenderemos los negligentes comportamientos del pasado al mismo tiempo que ese presente no conoce la perspectiva de otro futuro.
Con la misma facilidad con que somos capaces de ver los defectos de los demás y en muchos casos referirlos, debemos aceptar la información y oportunidad que el mundo nos ofrece de ver nuestros defectos para acercarnos a lo que queremos ser. Muchas veces lo único necesario es contemplar y conocer la realidad del mundo aceptando que el que debe cambiar es uno mismo.
Nuestro pensamiento por defecto funciona con la tara de creer que nuestra manera de ver el mundo es la manera en que el mundo funciona de verdad. Tenemos que cambiar esta perspectiva y mirar desde dónde miran otros para descubrir otras partes de la realidad.
Salvaguardas de protección.
Las vulnerabilidades biológicas a las que nos enfrentamos impiden la capacidad de discernir. Estas vulnerabilidades son inevitables sin salvaguardas o cortafuegos.
Se trata de protegernos de nosotros mismos. Se trata de hacer difícil lo que la facilidad de la biología desea. Y para ello la opción mejor es prevenir con reglas, listas, cambiar marcos de referencia, etc...
Prevención: evitar tomar decisiones en momentos inapropiados o condiciones desfavorables como el estrés, el hambre, el cansancio, el enfado o la soledad. (HALT). Si has de tomar una decisión importante espera al momento más oportuno.
Reglas automáticas para el éxito: para evitar las reacciones automáticas a estímulos debemos crear reglas de comportamiento para tomar las decisiones reflexionadas. Sustituir decisiones por reglas nos evita tener que pensar y hacer automáticos los objetivos favorables que nos marcamos. Para esto necesitamos perseverancia, y la necesidad de hacer elecciones diarias para alcanzar objetivos es más fácil si establecemos reglas.
Los condicionantes conductuales facilitan que el entorno facilite tomar decisiones mejores o peores. También estamos programados para caer bien y evitar el asertividad. Pero si ponemos reglas a nuestro comportamiento y las manifestamos, estas no suelen ser discutidas como las decisiones en general.
Crear fricción: básicamente consiste en aumentar el esfuerzo necesario para hacer cosas contrarias a nuestros objetivos. Hay muchas cosas innecesarias que hacemos (como seguir redes, revisar mensajes y correos, …) que roban el tiempo necesario para lo realmente importante y de valor. Y en muchos casos son la excusa para no hacer lo que debemos. Por eso la mejor estrategia para romper los malos hábitos es convertir el comportamiento que deseas en tu comportamiento predeterminado y por el contrario, dificultar los malos hábitos.
Instalar guardarraíles: debemos formular procedimientos operativos para las cosas que debemos hacer. Eso incluye pararse a reflexionar con claridad a la situación que nos enfrentamos antes de actuar. Hacer listas de verificación como los pilotos y cirujanos antes de empezar su actividad. Check lists de las actuaciones.
Cambiar la perspectiva: un punto de vista particular propio no es el de otra persona. No podemos verlo todo. Disponemos en muchos casos marcos de referencia distintos con respecto a los demás. Para entender de manera completa las cosas o a las personas, debemos entender a esas otras personas y cómo ellas ven la realidad.
Cómo gestionar los errores.
Los errores son consustanciales a la vida y son la posibilidad del que toma riesgos en las decisiones.
Ampliar el conocimiento, buscar más allá de donde las huellas de mis pisadas conocen, implica un riesgo con consecuencias. El error es una de ellas. Tomar el control o las riendas de nuestra vida supone aceptar los errores como posibilidad y como camino.
Existe una opción respecto a los errores. Culpar al mundo de ellos es alejar de nosotros la responsabilidad. Dejar de ser autorresponsables es dejar dominar el sesgo de autoservicio que evalúa las cosas de una manera que te protejan en tu imagen: atribuir el éxito a tu capacidad y esfuerzo y el fracaso a los factores externos.
Cuando no se obtienen los resultados esperados el mundo puede estar diciendo dos cosas:
· Has tenido mala suerte.
· Te has equivocado sobre tu idea de cómo funcionan las cosas.
Cuando estás delante de la primera opción el intento de hacer de nuevo lo mismo puede dar resultado. Si de manera reiterada no consigues nada la suerte no está en medio. Estás equivocado. No tiene sentido seguir por ese camino.
El ego predeterminado está presente cuando no aceptamos estar equivocados. Intentamos proteger nuestra imagen a costa de los resultados que buscamos. Sin embargo, hacer visible tu error nos brinda una oportunidad ver lo que sabíamos o no en el momento de tomar una decisión.
El ego tiene la capacidad de distorsionar la información. Si no somos capaces de revisar nuestras ideas y ser críticos, si nos sentimos cómodos y aceptamos la complacencia del mundo como lo entendemos volviendo la vista a la posibilidad de entenderlo, estamos aceptando la inercia predeterminada.
Sin embargo, huir de errar nos aleja de lo bueno de estos errores: nos plantean opciones. Porque lo realmente malo del error, además de huir de él, es no aprender de lo que nos indica y repetirlo en el futuro.
El error es consecuencia también de las limitaciones que todos tenemos, pero a la vez es la oportunidad de superarlas si no esquivamos la responsabilidad de las decisiones, acciones y resultados que obtenemos. No asumir el error es como ni asumir que tenemos limitaciones. Que no necesitamos aprender o mejorar.
El error plantea una disyuntiva: revisar lo que creemos o ignorar la oportunidad y seguir pensando igual. El verdadero y definitivo error no es el primero sino el segundo que encubre nuestra responsabilidad alejándonos de la mejora. Nos estamos mintiendo.
Los errores encubiertos y no reconocidos no permiten aprender, se convierten en un hábito y no mejoran la situación sino que la empeoran.
SP ofrece cuatro pasos para manejar los errores:
1. Aceptar la responsabilidad.
2. Aprender del error. Reflexionar para identificar las casusas del error para no repetirlo.
3. Comprometerse a mejorar. Autorresponsabilidad y seguridad de ti mismo.
4. Reparar el daño lo mejor que puedas. No dejar que una mala situación empeore o se mantenga. Los errores no asimilados nos anclan a un pensamiento y a un resultado. Y aunque no podamos cambar el pasado, podemos deshacer las consecuencias de nuestro error en el futuro.
“La historia más potente del mundo es la que te cuentas a ti mismo”.



Comentarios