top of page

PERSPECTIVAS DEL ABSOLUTO

  • yosorep
  • 20 nov 2021
  • 11 Min. de lectura

Javier Melloni es un sacerdote jesuita, inspirado escritor y difusor de charlas, en las que las ideas personales, investigadas y vividas, en su mayor sentido gnósticas, permiten al que las lee o escucha comprender y sentir la posibilidad y el anhelo de conocer más y mejor a Dios y a uno mismo.


El caso que ocupa, con un título totalmente inspirado hace ver la posibilidad real de que todas las creencias, sean religiosas o espirituales, en definitiva son “lo mismo” o para el que no lo entienda así, parten y llegan a un mismo sitio.


Para ello debemos tener en primer lugar unas ideas claras y necesarias para la comprensión de su teoría o proxi a esta idea.

La primera y necesaria de ellas que los pensamientos y las palabras son consecuencia de una gestación, no se crean. Maduran en un proceso propio y personal, casi íntimo en muchos casos. Con un ritmo propio, con una densificación continua y una clasificación que, es consecuencia y formación de cada persona.


Para poder llegar a entender y acercarnos a esta idea de Absoluto es necesario una actitud aconfesional o trans-confesional, que se apoye en la fenomenología más que en la teología. Porque un acto de equidistancia manifestacional puede ser el único modo de reconocer el Absoluto en su plenitud.

Es un ejercicio meta-confesional, si se quiere, para poder acercarse a Dios, escondido y presente a la vez, en todas y cada una de las tradiciones y confesiones. Buscamos el Absoluto, pero desde perspectivas diversas y desde la relatividad de cada una de las confesiones. Desde un punto de vista relativo y propio, pero irrestrictivo si se quiere alcanzar la meta: El Absoluto. Y si al principio desde lo relativo todo parece diverso, el acercamiento permite llegar al punto cuando desde lo Absoluto todo es Uno: todo en El. Todo es El.


El acceso al Uno y Absoluto es múltiple pero siempre iniciático. Consecuencia de una experiencia y recorrido personal, propio, que se desvela en el proceso. El proceso lleva a Dios o la divinidad, pero en cualquier caso a la experiencia etimológica de la palabra “dyous”: brillar a través de …

Percibimos a través de un “contorno” que nos configura, e interpretamos a partir de una religión o cosmovisión que profesamos. Lo manifestado- la religiosidad o cosmovisión- es atravesado de lo inmanifestado- contorno-, y este sólo es accesible a partir del primero.

La gestación de las palabras y pensamientos requiere trascender una primera inocencia, para alcanzar una segunda y nunca acabarse. A través del acto y ejercicio hermenéutico o interpretativo, gnóstico o espiritual, avanzamos en el proceso. Pero para ello es necesario y fundamental un esfuerzo, una práctica continua e iniciática, transformadora, que podemos seguir por dos caminos:

· Externo al proceso de fe, en un encuentro de civilizaciones, con simultaneidad de accesos al Absoluto distintos al que hemos sido conducidos.

· Interior, de la experiencia religiosa, apofático, sin fondo, del que M. Eckhart dijo “…pidamos a Dios que nos libre de Dios y alcancemos la verdad plena”, en la experiencia. O también se dice, matemos al Buddha, para poder llegar a él.

Pero todo esto es un proxi, una teoría.


“El fondo de Dios y el fondo del ser humano son uno y el mismo fondo”. M Eckhart.



Somos criaturas “escasas” y perspectivales, en el sentido de que toda percepción está configurada previamente por el “receptáculo” que la recibe. Sin embargo, la parte profunda y trascendente del hombre, que es posible, es radicalmente opuesta a la finitud humana: es universal, no condicionada e infalible.


Centro, círculo y circunferencia. El mandala.


La representación de la vía espiritual, religiosa de las distintas confesiones y filosofías, según se detalla debajo, mantienen un doble movimiento desde el centro a la periferia y de la periferia al centro, donde cada religión es un radio. (Dionisio el Areopagita). Lo importante de esta rueda esta en acercarse al centro: anhelo y aspiración de todas las religiones. “Siendo Dios las partes y el todo, quién más se abre a Dios, más participa de sus partes y del todo”. Se trata de dos recorridos, uno trascendente hacia fuera y otro inmanente hacia dentro, de los que en todos participa Dios.


Los radios se llenan de “vacío” y “plenitud”, y ambas mueven la rueda y la persona. Ambos expansivos, posibilitantes, fecundos y engendradores.

Dos miradas simultáneas: particular de cada radio-religión, desde donde una sola perspectiva solo encuentra un camino y ve todos los demás alejados y que se desvían del centro, mientras llega a “su centro”. Y la mirada que ve el centro y desde el todos los radios convergiendo en él. Descubriendo la unicidad del Absoluto. Pero solo viajando al centro es posible discernir lo común.





Tres niveles de manifestación del Absoluto.


La rueda a su vez con tres círculos concéntricos, además del centro: Dios-Absoluto. El más exterior de la llanta, supone el aspecto fundante e inicial de cada religión o manifestación.




Es el origen histórico: la naturaleza en los aborígenes y el taoísmo, la liberación de Egipto y revelación en el Sinaí en el judaísmo; Jesús de Nazaret para los cristianos; la revelación de Mohammad y recopilación del Corán en el islam; avatares en el hinduismo; y en el budismo Siddhartha Gautama “Buda”. Aquí nos valemos de las experiencias sensoriales y la razón.


En el segundo nivel accedemos a la revelación y experiencia religiosa, y nos movemos en lo transhistórico y trascendental. Se capta todo por la capacidad imaginaria místico-simbólica. En un mundo imaginario e imaginal, donde las imágenes y símbolos, vehiculan la religiosidad. En cada una de las religiones se manifiesta como las experiencias y visiones chamánicas de las tradiciones aborígenes; la Torá y simbología sefirot y el árbol de la vida semítica; Cristo resucitado a través del acontecimiento pascual; la mediación angélica y el Corán místico escrito; la veneración mítico-mística de los avatares-dioses (ishtaevata); en el budismo con el cuerpo de la beatitud Sambhogakaya; y en el taoísmo con los espíritus y los hombres inmortales.


Por último, en el tercer nivel, previo al centro, se trasciende aun más las categorías espaciotemporales hacia dimensiones meta-cósmicas. En el judaísmo con el Adam kadmón, Hombre Primordial; el cristianismo con el Cristo cósmico y el Logos preexistente; en el islam con el Corán Libro eterno; en el hinduismo con los Trimurti; el budismo el cuerpos cósmico de Buddha, Dharmakaya; y finalmente el taoísmo con el Chi primordial y la diada Yin-Yang.


Todo emana desde el centro y hacia el centro vuelve y la gradación de las manifestaciones se aparecen en su densidad, concreción y particularidad, personales y esforzadas.

Cada círculo se corresponde con un modo o tipo de percepción que configura su modo particular de realidad. En el círculo primero y exterior, nos encontramos en una esfera más descriptiva y analítica, donde los sentidos y la razón juegan el papel principal. El anillo central, un segundo paso procesal, nos movemos en un mundo imaginal, simbólico y alegórico, donde la imaginación creadora desarrolla su protagonismo: la imagen. Y en el tercer nivel, sintético y unitivo, más cercano al centro y a Dios-Absoluto, correspondería a un órgano cognitivo que se confunde con la mente, pero corresponde a un concepto asimilado al nous neoplatónico (dimensión preceptiva que trasciende el cuerpo, aunque se de a través del mismo).

Cada nivel circular corresponde y relaciona con distintos estados espirituales, en el que la actitud de apertura y receptividad lleva a la aptitud y la capacidad que a su vez afecta al modo de percibirlas. La captación no dependerá pues de nuestros propios sentidos, esquemas culturales e inteligencia “racional” sino también y sobre todo de consentir una apertura interior. (inteligencia espiritual).

Tres niveles de realidad, correspondidos con tres niveles de percepción, y con tres grados de apertura y conciencia. El orden y sentido iniciático hace que cuanto más avanzado se está en el camino, más se trasciende, universaliza y capacita para incluso ver y aceptar otras perspectivas.


Somos seres perspectivales.


En el camino de los tres diferentes planos, no es posible pasar a uno sin haber recorrido el anterior, es un proceso necesario y único. Y dentro de cada radio, que se corresponde con una religión o cosmovisión distinta, las categorías son únicas en el aspecto salvífico-transformativo, y en la expresión de estas. Expresiones absolutas e interiores de cada religión, la cual les da el sentido propio a esa religión misma, en un plano irreductible e inintercambiable con otro. (tantos símbolos y lugares como doctrinas).

Cada mundo tiene su forma y cada contorno es único e irrepetible. La forma expresa la vía. (la cruz, la Torá, el Corán o Buddha,…). Cada caso tiene su divinidad fundadora, única y definitiva, y no puede ser de otro modo.

La posición perspectiva se convierte en la clave para la comprehensión, dotando de coherencia y alineación a los símbolos y creencias ordenadas de cada radio. Ello entiende la imposibilidad de aceptación del contenido religiosos desde otro ángulo, sobre todo en los más alejados del centro, donde la perspectiva es imposible fuera de la creencia propia. Cada tradición su camino, natural y necesario para recorrerlo completo y hacia el centro.

“La Ley del profeta abraza a todos los hombres sin excepción y su misericordia, en virtud de la cual ha sido enviado, abraza a todo el universo (…). Su comunidad engloba a todos los seres (…). Crean o no en él, todos los seres forman parte de ella.” Ibn ‘Arabi.


Cada perspectiva permite acceder al Absoluto y el Absoluto se da totalmente a través de cada perspectiva. El centro sólo es posible alineado desde cada vector y desde cada punto de este vector, perspectiva, la mente y el contenido de los otros radios o caminos se desvían del centro. Cada contenido de fe ve el centro desde su radio enfocado y de manera única. (Fuera del mismo aparece desde desorientación hasta amenaza y absurdo).

Como dijimos, cuanto más alejado del núcleo más necesario se hace excluir cualquier otra perspectiva. Pero el avance nos permitirá vislumbrar como desde nuestra posición nos acercamos a las demás perspectivas, y como ellas lo hacen a la nuestra. Nos estamos acercando a una nueva comprensión, que incluye parte de los otros “radios”. Cada tradición nos abre un campo de creencias que configura una región de realidad. Solo llegando al centro se puede ver desde el centro y participar del Absoluto.


Y una muestra de esta posibilidad de unidad desde el Absoluto podemos reconocerla en la historia de las religiones y creencias. Porque la aparición de cualquier radio o incluido de nuevos en la historia, aparecen hacia el centro y desde el centro, completando en algunos casos nuevos radios a los anteriores. Ejemplo del cristianismo con el judaísmo y del budismo respecto del hinduismo y desde el islam a una fe como la baha’ía. Y esto es bello y difícil al mismo tiempo. Como también necesario. Es la expansión y diversificación del centro.

¿Cómo ocurre esto en cada persona? Madurez y disponibilidad en el camino hacia el centro. Pasando los distintos planos de conciencia llegamos a ver y reconocer el miso grado de absolutez en otras formas paralelas, pero no sin antes reconocer que siendo la forma el nivel básico en el que vive el ser humano, desde una única forma primordial, de adhesión incondicional podremos llegar al Absoluto, El Uno de todos.


Por ello, con sumo cuidado y respeto, en cualquier caso, se hace necesario la adhesión a un radio, tradición que preserve la cohesión y coherencia en todo momento, para no perder la fuerza en el camino y desviarnos del eje, que impida la ascensión hacia la fuente. Con respeto, insisto, evitando el sentido de herejía en las demás alternativas.


El conocimiento. Su carácter condicionado y participativo.


Las modernas teorías del conocimiento reconocen que existe una relación constitutiva entre el sujeto que conoce (cognoscente) y el objeto conocido. Todo conocimiento es participativo: el sujeto condiciona la percepción del objeto, es decir, este está configurado por la manera de percibir del sujeto. Esta conexión posibilita la cognición, sin otra posibilidad. La realidad se conforma de una unidad de percepciones parciales y participativas. El objeto neutro es condicionado por nuestra percepción.

“Lo que se recibe adquiere la forma del recipiente que lo recibe” Escolásticos.


Por tanto, nuestra realidad “no es la que es”, sino la que se da por como somos. Y como fenómeno, se reconoce un triple condicionante: primero, la inseparabilidad de nuestro conocimiento de la realidad de nuestros órganos perceptivos; segundo, los modos culturales y confesionales que conviven con nosotros y con los que valoramos; y tercero, la apertura interior que disponemos en el proceso. Con ello co-creamos el mundo que nos rodea, con nuestras categorías y niveles de conciencia propios.

Los sentidos son los primeros órganos cognitivos, con cinco aproximaciones, físicas de unos y químicas de otros y unitivas en el proceso denominado sinestesia que permite evitar la limitación de cada sentido de abarcar la totalidad, pues cada uno no agota la realidad. Así ocurre con las religiones, cada cual se aproxima al misterio de modo determinado y propio, sin agotar las otras posibilidades religiosas.

De los condicionamientos culturales el lenguaje ocupa un papel fundamental, como indicamos al principio; medio para dar sentido e interpretar lo que sentimos. Sin las palabras no hay conceptos, sin los conceptos no hay pensamientos.

Los símbolos son otro tipo de vehículo cognitivo-interpretativo. Imágenes enmarcadas en su contexto y significado.

Ambos, palabras y símbolos conforman la constelación de las religiones con vocabulario e imágenes precisas, dando al Absoluto su significado tradicional y propio. “Las religiones son lenguajes sobre el Absoluto y por ello, cada religión solo puede pensar y acceder al absoluto a partir de sus propios términos. Cada tradición ofrece un mundo de compresión y una compresión del mundo a través de su lenguaje semántico y simbólico”


El impulso intencional.

Igual que no somos capaces de ver aquello que escapa de nuestra atención o de nuestra dirección en la mirada, la intención despeja un campo de conocimiento que permite el desvelamiento de lo que entra en su impulso intencional.

“La in-tención es un tender hacia”. Determinación de la voluntad hacia un fin, meta o propósito. De ese modo la creencia religiosa ciñe y concreta un territorio mental y simbología de modo que todo lo percibido se configura desde ese marco interpretativo.

Todo acto de conciencia es intencional, se proyecta tanto en el tiempo como en el espacio. Y “cuanto más auto centrada está la mirada del yo sobre el mundo, más opaca es la visión. Cuanto menos condicionada está por los intereses del yo, se proyecta de manera más limpia sobre el horizonte del mundo”. Es indisociable la correlación entre lo interior y lo exterior.

Provenientes del término nous, mente, se distinguen dos elementos en la mente: noema y noesis. Uno activo, referido por Platón que consiste en el acto de percepción, intuición y penetración es la noesis. La noema, pasivo, refiere el contenido de esa percepción anterior que viene determinado por la propia noesis.

“La fe se convierte en la apertura existencial a la trascendencia, relación ontológica con el Absoluto, e inseparable de un contenido de creencias”. Así Raimon Panikkar acuña los términos pisteuma (pistis-fe) y pisteusis. Siendo el pisteuma, asimilado a noema, lo que un creyente cree. De modo que cada comunidad creyente o religiosa es comunidad pisteúmica que comparte un conocimiento en línea con su acto intencional, que se abre paso por la fuerza de la fe y la consiguiente adhesión cognitivo-afectiva. Y por pisteusis, y comunidad pisteúsica, entenderemos el acto de fe, apertura y entrega a una determinada manifestación de la revelación y del que derivan creencias. (los propios pisteumas).

En definitiva, toda experiencia de fe está ligada desde su constitución por la pisteusis y el pisteuma que se deriva de ella. Y fuera de una creencia no es posible pues aceptar lo que se confiesa, como la realidad de cristo adviene desde la aproximación cristiana como seres perspectivales que somos. “Lo invisible toma forma a partir de la forma que hay en nosotros”. La forma no está fuera, es preformativa y presente en el propio acto de percepción nuestra: “no existe compresión libre de todo prejuicio”.

En definitiva, el ensayo profundo en el que no entramos y que Javier Melloni desarrolla profusa y profundamente, desde el conocimiento y la experiencia, se resume en que el fenómeno religioso, confesional o filosófico experiencial, se desarrolla desde una doble perspectiva de doble sentido:

· Trascendente-descendente.

· Inmanente-ascendente.

La primera desde el centro del círculo se dilata en toda la circunferencia en el radio que le corresponde, donde el Uno se difracta a lo diverso, el prójimo y todo lo que rodea- incluido la naturaleza-.

Y en el otro camino, ascendente, accedemos al Uno desde la perspectiva de cada radio. Coexistiendo esta aproximación a la anterior.

El primer recorrido pertenece a una esfera más divina, espiritual y completa; mientras que el segundo, pertenece a un ámbito más humano. En todo caso un proceso expansivo y contractivo, único en casa fe y presente en todas, desde el que es posible encontrar la plenitud propia cada persona y la potencialidad de entender e incluso compartir las otras perspectivas. Potencial comunión de la persona en una perspectiva-radio y con las demás, porque todas llevan al mismo centro: Absoluto.

Cuando se llega al centro, se sale de una manera diferente a como se ha entrado. Y comprendemos desde la experiencia inmanente y compartida, la realidad del otro-como-yo.


Entradas recientes

Ver todo

Comments


©2020 por emprendimiento liberal. Creada con Wix.com

bottom of page