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Piense y hágase rico X. Resumiendo.

  • yosorep
  • 7 dic 2020
  • 10 Min. de lectura

Para el cierre de la filosofía de N. Hill, este hace referencia a fantasmas que impiden la aplicación de esta filosofía y sus principios o puntos. El habla de tres enemigos principales que yo entiendo que se resumen en la capacidad fundamental para poder aceptar, mantener y aplicar esta filosofía: la fe.


Estos enemigos son la indecisión, la duda y el miedo. Todos ellos, a la vez que impiden el acceso al sexto sentido, tienen la característica de estar relacionados al punto de que entre ellos se generan con reciprocidad. Cada uno de ellos, distinto, son capaces de dar origen a otro.


Así, la indecisión no es consecuencia sino de un miedo propio. Y sin duda alguna la indecisión se materializa en eso..., duda. Todas ellas juntas y específicamente la indecisión y la duda, generan la inseguridad suficiente y necesaria para alcanzar el miedo.


Y para todo ello no es necesario de una consciencia propia. Ni siquiera ocurre de manera rápida o imprevista. Es consecuencia de un estado latente y creciente, que permite la concepción de estos enemigos, trillizos de la desesperación y la acedía.


Este resumen final, entre otros, permitirá reconocer sobre la reflexión, cómo definitivamente poner en práctica la filosofía, en un estudio y reflexión personal previo que descubra nuestro punto de partida; en el reconocimiento previo de nuestro estado frente a seis temores básicos. Sin conocerlos y reconocerlos entre nosotros y en nuestro propio nivel, no será tan fácil avanzar en el grado de riqueza mental que se propone.


Seis temores básicos.


N. Hill, reconoce y confirma que los temores básicos se tienen, se han tenido o se enfrentarán a nosotros en cualquier momento de la vida. Reconocerlos y enfrentarlos es la tarea y la capacidad auto propuesta de esta filosofía. En función de la frecuencia que considera podemos encontrarlo los enumera:

  1. Temor a la pobreza.

  2. Temor a las críticas.

  3. Temor a la mala salud.

  4. Temor a la pérdida del amor de alguien.

  5. Temor a envejecer.

  6. Temor a la muerte.


Estos temores suelen aparecer por ciclos, ya sean sociales y genéricos, como personales y propios de un ciclo de vida personal. Como ejemplo, en la actualidad, un temor tan relevante como la pobreza no es tenido tan en cuenta como el de la salud - o la muerte- en plena pandemia Covid. Pero a nivel del ciclo de la vida, no es tan importante para un joven la salud, y de ahí que pueda afrontar problemas sociales comunes como impropios, y atender a otros como el temor a las críticas o la "pérdida del amor de alguien".


Debemos empezar por declarar que los temores no son más que estados mentales. Perspectivas de una realidad propia que en muchos casos además de personales no son completas ni reales. Por tanto el temor, como estado mental, requiere y es susceptible de control y dirección. El médico no temen a las enfermedades. Conocen sus fundamentos científicos y se enfrenta a ellos con la seguridad y capacidad que de sin saberse inmunes, no verse envueltos en el miedo infundado le ayuda personal y prfesionalmente.


Según N. Hill: " el ser humano no puede crear nada que primero no conciba en forma de impulso del pensamiento (…), los impulsos del pensamiento del ser humano empiezan inmediatamente a convertirse en su equivalente físico, sean estos pensamientos voluntarios o involuntarios". Esto incluye por tanto una capacidad de controlar la mente, si no de manera completa, al menos parcialmente al principio y con aprendizaje, de manera total. Esto incluye la influencia de las mentes de otras personas que nos permita descartar los malos impulsos que desde fuera podamos recibir.


Es una condición natural la capacidad de control de la mente y el pensamiento por el ser humano. Y por tanto es condición humana y posible, poder dominar los miedos a que nos enfrenta la vida.


Temor a la pobreza.


En primer lugar, debemos dejar claro que la pobreza o riqueza son conceptos muchos más amplios que los estrictamente monetarios o económicos. Deben incluir tanto situación económica y material, como de espíritu, mental y social.

En segundo lugar, no existe correspondencia alguna entre pobreza o riqueza. Son los extremos opuestos de un camino y desde direcciones opuestas, no podemos llegar del sentido de una a la otra.

En tercer lugar, la elección de un camino es un acto de coherencia, aceptando las consecuencias que conlleva el camino de la riqueza o la pobreza. Somos responsable de lo que pensamos, de lo que hacemos, de lo que recibimos...

En cuarto lugar, y principio inicial de la filosofía, todo empieza con un estado mental y un deseo. Un deseo que requiere perseverancia y camino.

Quinto. Vivimos en un mundo de sobreabundancia. A pesar de los apocalípticos "convenidos", mundo que debiera favorecer la elección del camino de riqueza, la consecución de nuestros deseos y el favor sobre propósitos definidos que aceptemos. La sobreabundancia no solo es material, sino que , y sobre todo, entiendo como una potencialidad espiritual y afectiva.


El temor a la pobreza, como top de los miedos, puede tener paradójicamente una génesis en una "tendencia innata del ser humano de devorar económicamente al prójimo". Pero este es un instinto animal, no humano, que incluso la ciencia económica ha sido capaz de salvar y refutar. Es la pobreza de creer la limitación de pensamiento humana la que creyó que si bien siendo los recursos escasos, no pueden multiplicarse y que las relaciones personales y económicas son un juego de suma cero. La mente, que nos diferencia de los animales, ha demostrado que no es así. Y la capacidad humana permite y ha permitido invertir la pobreza en los últimos 200 años y ser capaz de cambiar el mundo allí donde no actúe de rol la "malvada" mente humana y esta no ha querido ver en el prójimo la riqueza propia. Y donde el egoísmo y la envidia prevalecen sobre todo lo demás. Hoy se llama socialismo.


N. Hill propone en cada uno de los casos de temor un ejercicio de autorreflexión que reconozca el nivel personal de temor, en este caso a la pobreza. Y refiere que sepamos y reconozcamos que cualquier temor o emoción de miedo es tan sutil y profundamente arraigada que uno puede pasarse toda la vida cargando con ella sin jamás reconocer su presencia. Describe con profundidad los síntomas de la pobreza:

  1. Indiferencia.

  2. Indecisión.

  3. Duda.

  4. Preocupación.

  5. Exceso de precaución.

  6. Aplazamiento.


Temor a las críticas.


N. Hill empieza por hacer un reflexión del origen de las críticas, a nivel histórico-temporal y sobre las acciones concretas. Pero concluye que es una especie de justificación de las personas sobre las carencias y malas acciones propias. Así lo haría un ladrón para justificar a quién roba o de manera más actual - y no alejada del caso del ladrón- en el caso de los políticos que sin capacidades propias para alcanzar el poder, sin cualificaciones ni virtudes, descalifican a la oposición para hacer su política y alcanzar su meta.


El miedo a la crítica ha llevado a que se produzca el efecto rebaño en las decisiones de las personas y al manido uso de la expresión "políticamente correcto". Ambos provocan que el cauce de las decisiones de las personas, llegue allí donde algunos quieren o necesitan -caso de los políticos-, y que sea habitual el abuso del pensamiento único y de la apropiación de la libertad.


N. Hill hace una reflexión de cómo el temor a las críticas es usado por las empresas comerciales para a través de los que se ha denominado moda, hacer necesario el cambio de patrones de vestir, gustos, ideas y cada vez más rápidos y frecuentes. Todo con fines comerciales y de consumo.


Estos son dos puntos de aspectos dijéramos insignificantes o relativamente inofensivos de la vida, que sin embargo, y por desgracia, afectan más de lo conveniente a las personas.


Son aspectos más propios de la formación de la persona, relacionales e intrapersonales, los que pueden hacer más daño el temor a la crítica, que es capaz de despojar al ser humano de iniciativa propia, imaginación e incluso limitar su individualidad y libertad.


La crítica efectiva y destructiva hace daño en las personas. Por lo tanto, en el mismo sentido, las personas que reconocemos que el temor a la crítica no debe ser un obstáculo para la vida propia, moralmente no debemos ejercer la crítica sobre los demás. Ello no quiere decir que no enfrentemos nuestra opinión o ideas a las de los demás. Pero es importante el cómo. Además, creo que ese cómo, si es el apropiado, nos da la razón. Así, como ejemplo, la coherencia, entre otros, es un valor que trasciende las palabras.


Los síntomas del temor a las críticas son:

  1. Timidez.

  2. Falta de desenvoltura.

  3. Personalidad.

  4. Complejo de inferioridad.

  5. Falta de iniciativa.

  6. Falta de ambición.


Temor a la mala salud.


Relacionadas con el temor o miedo a la vejez y la muerte, tiene un componente de herencia físico y social.


Como en el caso de las modas, este temor ha sido aprovechado para la manipulación de las personas - no es necesario ir a fechas lejanas a las que escribo- . Así, la salud o la probabilidad de su falta es fuente de ingresos de personas y de industrias interesadas, que manifiestan en muchos casos sus capacidades o sus teorías en un caso claro de conflicto de interés.


Otro caso relevante de la sociedad es del de la "hipocondría", ejemplo claro de como la mente juega su capacidad, en este caso en sentido negativo, al crear enfermedades donde no las hay por el solo hecho de pensar en ellas; en algunos casos hasta el punto de un deseo medio involuntario e insospechado de enfermar.


N. Hill hace incluso referencia al caso de la gripe española en la ciudad de Nueva York, y refiere como la carga mediática de la enfermedad demostró un relacion directa en la importancia de la misma. Más información y más proporcionadora de miedo, generaba descontrol superior en la crisis.


Los síntomas del temor a la enfermedad son:

  1. Autosugestión.

  2. Hipocondría.

  3. Ejercicio. (falta)

  4. Susceptibilidad.

  5. Consentimiento a uno mismo.

  6. Intemperancia.


Temor a la pérdida del amor.


El origen de este temor es situado por N. Hill en la tendencia del hombre a la poligamia, como posibilidad de poder "quitar" a otro la pareja.


Finalmente genera otra serie de demencias o actitudes mentales destructivas y dolorosas como los celos, que en el caso de las mujeres puede ser más habitual debido a esa certeza del carácter polígamo del hombre.


Los síntomas del temor a la pérdida del amor son:

  1. Celos.

  2. Búsqueda de defectos.

  3. Adicción al juego.


Temor a la vejez.


Proviene de dos fuentes: que la vejez acarreaba dependencia y pobreza; y las otra, las malas y apocalípticas referencias que las religiones han planteado sobre la muerte, donde la vejez es antesala. Ambas son falsas y superadas en el contexto histórico actual.


Es una evidencia que la vejez conlleva dificultad de mantener niveles de salud propios de la juventud y las capacidades físicas de entonces. Sin embargo la dependencia económica no es necesariamente una de ellas hoy día. Y la dependencia física y afectiva son también potencialmente más moderadas.


Todos estos temores además de en la mente y en la capacidad personal que posee cada uno, podrán estar más o menos resueltos en el campo material en función de la previsión y gestión que cada uno haya podido realizar en las edades más tempranas. Y hoy, los países con instituciones más libres son capaces de dar una opción más en un ámbito material para poder sostener o modular dicho temor.


Los síntomas del temor a la vejez son:

  1. Complejos de inferioridad.

  2. Hablar desde la disculpa en vez desde la sabiduría.

  3. Falta de autoestima y confianza.


Temor a la muerte.


El temor a la muerte ha sido muy alimentado por el desempeño en la historia de las religiones, que de manera paradójica, ofreciendo una salvación - en muchos casos con costes y beneficios económicos- han creado la duda, y la inquietud, sobre la capacidad o derecho de las personas a esa salvación.


Dicho eso, es una mala y engañosa oferta de la religión. Pero más mediática y en cualquier caso cierta, no es cuestión olvidarlo, pero..., volviendo a lo que propone el autor, es un problema personal e individual haber aceptado la opción "adulterada".


La opción de la muerte bien entendida es personal. Y la religión ayuda, como todo, en tanto en cuanto te acerca a ti; en tu esfuerzo personal a el conocimiento propio y encontrar el sentido de la vida que tu has de proponerte. Pero eso es un esfuerzo más, y es más fácil una creencia, aunque sea limitante.


La verdad, que no sólo está en la ciencia y el conocimiento, pero que necesita de la educación, está también en el esfuerzo personal y reflexivo de cada persona. Y ese es la misión propia de cada uno, que da sentido tanto a la vida que afrontamos y que, en ese mismo acto, confiere el sentido a la muerte.


La muerte es tan natural como la vida. Forma parte del universo en que vivimos. Lo que importa es dar sentido a ese paso por este universo, para ser felices, seguros, ricos y de paso trascender en el mismo.


Las épocas oscuras no pueden ser pretexto de los que no quieren encender su luz. Y en este sentido, la muerte, que llegará al margen de lo que todos hagamos, merece una actitud de aceptación, como la vida misma. Pues quizás no sea tan mala como es pintada, si en el paso hacia la misma hemos sido responsables de dejar algo para los demás y el mundo que nos acogió.


Si aceptamos la ciencia, no contraria a la religión, la física cuántica nos permite entender que el mundo y el universo es energía y materia. Esta, ni se crea ni se destruye, dice la física más elemental. Se transforma; y la vida no es otra cosa que un proceso continuo de transformación de la realidad con la opcionalidad moral y práctica de hacerla mejor. Y entonces, en el final de la vida la muerte, es una transición.


Síntomas del temor a la muerte son básicamente actos y pensamientos que denotan el foco en ella en vez de la vida. Salvar esto requiere una acción propia de buscar un sentido a nuestra vida y la concreción en objetivos personales, y estos serán mejores si más allá de poner foco en nosotros, trascienden a los demás. Y todos los temores anteriores conducen al temor a la muerte.


La preocupación.


Todos estos temores nos llevan a un estado mental que es la preocupación. Esta avoca a la incapacidad de razonar, de confiar en uno mismo, y de incapacidad de sentir y transmitir entusiasmo e iniciativa. Olvidamos el presente para ocuparnos excesivamente en un futuro que no depende de nosotros; al menos en gran parte.


Hechos externos, como pueden ser crisis económicas recientes o pandemias como la actual, y su mediatización prolongada, promueven estados mentales adversos e ineficaces para la vida de cualquier persona y para su felicidad.


El control de la preocupación y de estas decisiones vienen de la mano de la acción. Tomar decisiones de manera firme y rápidas. Además el camino y la resolución de estas acciones nos mantendrán alejados de temores infundados.


Los temores que nos enfrentan sin aceptación y toma de decisión firmes son los que nos llevan a la preocupación. La rapidez evitará la desidia y la medida de profundidad de la preocupación latente. Y esa aceptación deberá entender que nada de lo que le enfrente en la vida, merecerá el precio de perdérsela y de preocupación alguna. Con ello, resolveremos en ser personas con paz mental, tranquilidad del pensamiento y espíritu y propósito firme de felicidad.


Así pues, teniendo en cuenta que los temores y la preocupación a que nos lleva, no solo nos afecta a nosotros, es nuestra obligación aceptar la realidad pero no para permanecer indolentes, sino para que desde un cambio personal, de fe en la filosofía del pensamiento que tenemos capacidad de controlar, cambiarnos a nosotros mismos. Desde dentro, compartir y trascender nuestra capacidad a los demás y al mundo (en micro acciones), en la tranquilidad que debe suponer ser desde todo esto personas de éxito individual - no social- , en una base de tranquilidad de necesidades materiales completas y en aras de alcanzar la felicidad.


"Uno puede controlar su propia mente , porque tiene el poder de alimentarla con cualquier impulso del pensamiento que elija. Este privilegio también supone la responsabilidad de usarlo de forma constructiva". Seamos maestros de nuestro propio destino.








 
 
 

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