Quien es el verdadero experto: Lindy de nuevo.
- yosorep
- hace 3 horas
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“El tiempo es el único juez que no se compra.”
El efecto Lindy es capaz de responder a metapreguntas y lo hace a través de la supervivencia. Y esta supervivencia viene condicionada por dos formas de gestionar el tiempo pero que en cualquier caso actúan sobre la idea de jugarse la piel.
Supervivencia y Lindy como juez
Porque las cosas que han sobrevivido, son una demostración de solidez en su exposición al daño. Las exposiciones pasivas, sin jugarse la piel pueden tener un tiempo de vida engañoso que finalmente se termina, normalmente con radicalidad y efectos colaterales relevantes y adversos.
Pero como indicamos antes, las dos formas que tenemos de gestionar el tiempo es a través del envejecimiento o senescencia condicionada por el reloj biológico en los casos correspondientes, y por el azar. Toda la vida y lo que nos rodea está condicionado por estos dos factores: tiempo e incertidumbre.
“La naturaleza Lindy se aplica a lo que envejece a la inversa, es decir, cuando la esperanza de vida aumenta con el tiempo, condicionada por la supervivencia”.
Solo puede ser Lindy lo que no perece. En ese sentido la experiencia o el expertise tampoco, ya que a través del efecto Lindy la fragilidad adopta la categoría de experto junto con el tiempo y la supervivencia.
El propio efecto Lindy se somete a su prueba de modo que mientras siga funcionando y acumule antigüedad, seguirá teniendo valor. Y así juzga y somete a todas las cosas que se filtran por su efecto.
Siempre en función del tiempo y la supervivencia.
Las cosas que superan el efecto Lindy, como las personas que se juegan la piel, no son comparables con el resto de personas y cosas frágiles, cuyo defecto es no conocer la realidad.
El verdadero experto
Así, por ejemplo, los hombres de negocios, en tanto individuos que asumen riesgos, no están sometidos al juicio de otros hombres de negocios. Sólo los resultados son su juez para ellos mismos. Por eso, estas personas no necesitan la aprobación de sus pares, cuanto menos de los que no se juegan la piel.
Sólo el filtro ético, puede ser el control que haga frágil su actividad. Por tanto, les vale eso de que “si le gustas a la gente que te rodea es que algo estás haciendo mal” y en ese sentido funciona lo contrario.
Serás señalado por los frágiles políticos y similares que no se juegan la piel en la medida de lo bien que lo estás haciendo.
En definitiva, lo que sobrevive no necesita ningún juez salvo el tiempo y la supervivencia. Y también, como dice Taleb:
“Podemos definir a una persona libre precisamente como aquella cuyo destino no depende esencial o directamente de la evaluación de sus pares”.
El verdadero juicio y valioso es el que se hará mañana y los días siguientes. Porque conforme pasa más tiempo sobreviviendo, más antifrágil será y más valor tendrá para el efecto Lindy.
Las alabanzas presentes, como los ingresos, pueden ocultar riesgos que el tiempo acabará por revelar.
“Ser juzgado o evaluado por otros importa si y solo si uno está sometido al juicio de unos otros futuros y no solo presentes”.
Y dos cosas más. La primera es que una persona libre no necesita ganar debates, tan solo necesita ganar, y para eso no necesita al otro, y menos si no se juega la piel a tu nivel.
Y dos, la tendencia a la modernidad y los cambios frecuentes son el anti-progreso. Porque mientras cambiamos rápido no estamos consolidando y sacando beneficio de los cambios previos. Los cambios son necesarios y convenientes, pero con el espacio debido de tiempo.
Instituciones y burocracia
El ser juzgado por los pares o iguales, en muchos casos señalados como instituciones, juega en paralelo con una mal de igual perversidad: la burocratización.
Ni la una ni la otra son compatibles con el efecto Lindy.
En ese sentido también funcionan las teorías, que sobre todo cuando son en ciencias sociales como la economía no son más que el acuerdo de varias personas que se ponen en común para salvar una causa o predicción en la que no asumen riesgos.
Esto ya es una referencia de la capacidad que puede tener de salvar el tiempo y sobrevivir. Si, además, está detrás de un interés político o económico, y se convierte en una competición, podemos darle la razón a Wittgenstein que piensa que el conocimiento es lo contrario a una competición.
La realidad es que más veces el ganador es el que llega el último y también, todo lo que participa de una competición y un interés destruye el conocimiento.
Cuando los investigadores tienen su propia agenda están introduciendo un problema de agencia. Sus intereses no corresponden con los de sus clientes, en los que incluimos la sociedad de forma general.
Entre estos incluimos a estudiantes y contribuyentes que pagan sus teorías. La opacidad de la materia que defienden les permite manipular a los profanos que pagan y votan. Generan una moda y su narrativa, pero el tiempo y la realidad demostrará su fragilidad y capacidad de supervivencia.
Vaya. Parece que la teoría del cambio climático con origen antropogénico ya no cuenta con el apoyo firme de Bill Gates. Al menos, parece que haya podido generar el dinero suficiente para poder cambiar de opinión…
En cualquier caso, las teorías que promueven linealidad no sobreviven nunca. Todo aquello que no se juegue la piel, que no entienda el mundo complejo y directamente exponga linealidad en sus afirmaciones, se está enfrentando al efecto Lindy con un seis y un siete en su mano de cartas en el póker de la vida. Ha perdido la partida, aunque los interesados vean una escalera.
Una referencia de convicción y potencial supervivencia es la declaración de aquel que se arriesga a perder en la misma. Desde su reputación a su dinero.
Y en ese sentido, Taleb no confía y no acepta a los investigadores profesionales que de algún modo llama prostitucionales porque no hacen ningún sacrificio. Cobran por dedicarse a investigar mientras que considera, mostrándose como ejemplo, que los genuinos investigadores son los que son profesionales que viven de su trabajo mientras elaboran en su tiempo libre sus teorías.
Taleb nos recuerda que la ciencia es la regla de la minoría: unos pocos hacen la ciencia, los otros no son más que empleados de trastienda.
El mismo mecanismo que hace que si no nos jugamos la piel no se activa la posibilidad de supervivencia en general, es aplicable a las ideas en particular.
La ciencia y su inclinación Lindy.
Nos quedaremos con la idea de ciencia que mantiene Popper, que nos dice que es una empresa que produce enunciados que pueden ser contradichos por observaciones futuras, no la que produce enunciados verificables por la ciencia.
Es una definición que se fundamenta en la refutación, no en la confirmación. No es promotora de religión o ideología. En definitiva, este mecanismo de falsación es completamente compatible con el efecto Lindy.
De hecho, lo requiere activamente para su funcionamiento.
Sin embargo, Popper no comprende más allá del aspecto estático de la ciencia, y no señala el aspecto dinámico ni los riesgos específicos de cada situación o contexto. Porque la ciencia no funciona merced a un método científico correcto sino porque las ideas científicas tienen un sesgo favorable a Lindy y están sometidas a su propia fragilidad natural.
Las ideas tienen que jugarse la piel, y sobreviven o mueren.
Las ideas que nos son útiles quedan falsadas por el tiempo. Por el contrario, cuanto más tiempo pasa una idea sin ser falsada, mayor será su esperanza de vida. (podemos ver como ejemplos el comunismo falsado, contra el capitalismo, aunque esto es ciencia social).
No es negociable la realidad de los descubrimientos científicos, en el que cualquier cosa se puede perder en el proceso menos la prueba del tiempo.
En este caso y sobre todo en ciencias sociales, hemos sustituido porque podemos, verdadero por útil o no perjudicial. Incluso el resultado del efecto Lindy no hace más que proteger con el resultado a sus usuarios, aunque algunos se empeñen en no quererlo entender, como es el caso de políticos, proteccionistas y socialistas en general.
Para que las cosas puedan sobrevivir, se han de situar en la dimensión del riesgo que es la que les obliga a vivir o morir. Con el efecto Lindy no nos situamos en la dicotomía verdad o mentira, sino en el de daño o supervivencia.
Una idea sobrevive si gestiona bien el riesgo. Sin perjudicar a sus defensores, apuesta por y para fomento la supervivencia.
Si miramos atrás, hasta las supersticiones del pasado que han sobrevivido siglos han sabido proteger a las personas que la han seguido.
Una idea tiene que ser convexa y por tanto antifrágil, o por lo menos producir una reducción beneficiosa de la fragilidad en algún lugar.

“El experto no es quien sabe, sino quien sobrevive.”
“La verdad no necesita jueces: necesita tiempo.”



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